Noticias acerca de ‘ Baños árabes ’

BAÑOS ÁRABES DE JAÉN… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Haciéndome eco de la Feria del Turismo (FITUR), que estos días se celebra en Madrid, me complace publicar en MARTOS AL DÍA un comentario acerca de uno de los muchos atractivos turísticos que hay en la provincia del Santo Reino. Se trata de los Baños Árabes de la ciudad de Jaén; cuya singularidad cabe de lleno en la faceta del Turismo Cultural, que se promociona desde hace años como alternativa a la de Sol y Playa.

En lo de ofrecerle atractivos culturales a los visitantes, Jaén capital, desde luego, no sólo no se queda a la zaga de otras partes de Andalucía, sino que incluso las sobrepasa en ciertas referencias. Tales son los casos de la Catedral renacentista, el Castillo de Santa Catalina y los Baños Árabes, amén del propio Museo Provincial.

Pero yo resalto aquí, por ser una construcción que recuerda y promociona el estilo andalusí, los Baños Árabes, como he escrito más arriba. Que están situados en el palacio de Villardompardo, un edificio que se construiría sobre ellos, como tratando -sin proponérselo los constructores del mismo- de salvaguardar para nuestra admiración y para admiración también de las generaciones que habrán de seguirnos, la obra más importante de este género existente en España y tal vez en toda Europa. Obra justamente ganadora, tras ser redescubierta y restaurada, con el Premio “Europa Nostra” en 1984.

Son los Baños Árabes jiennenses un lugar mágico en la capital del Santo Reino y son, sin duda, depositarios de enigmáticas historias de los siglos, IX al XIII, los del apogeo y el declive de su uso. Pues el edificio en cuestión era un lugar de encuentro de lo más selecto de la sociedad árabe de Jaén en aquel período de la Edad Media. De gentes que se reunían en sus salas para relacionarse, impulsadas por el prestigio que los baños públicos tenían para los musulmanes cultos.

Al respecto, téngase en cuenta además que los Baños Árabes era una edificación civil de bastante renombre en la época, estando equidistantes de las dos principales mezquitas (aljamas) que había en Jaén: que se localizaban donde hoy se hallan la Catedral y la iglesia de la Magdalena.

Nótese, de la misma manera, que los encuentros de aquellos antiguos moradores de Jaén en los Baños Árabes se realizaban, principalmente, siguiendo las nobles recomendaciones del profeta Mahoma: “limpieza para el alma y para el cuerpo”. Y hay que suponer que las conversaciones mantenidas por los usuarios girarían en torno a aspectos referentes a las conquistas y reconquistas de aquellos años; a las batallas que las propiciaban, y, también, sobre los hábitos, las costumbres y la cultura popular de una sociedad que estaba dotada de rasgos refinados, y que dejó en nosotros un considerable cúmulo de manifestaciones y de particularidades en casi todas las facetas del saber.

Por eso incluso es fácil imaginar dentro de los baños, entre sus columnas de liso fuste y bajo los arcos de herradura que realzan su arquitectura, a cadíes, alfaquíes y almocríes, así como a otros personajes influyentes de la ciudad, discerniendo y debatiendo igualmente, con la fina cortesía que les exigía su fe, acerca, por ejemplo, de los pasajes del Corán, de la doctrina expuesta en ese su libro sagrado y, también, sobre otros temas y asuntos de moda del tiempo aquel.

Y con ese alarde imaginativo, estimulado sobre todo por la edificación, captar y hacerse eco, siquiera profanamente, de las explicaciones y aclaraciones que se dieran mutuamente los contertulios que aparecerían envueltos en los tenues rayos de sol penetrantes con dificultad por las lucernas en forma de estrella allí existentes y que hoy todavía nos seducen. Orificios, por otra parte, que dejarían escapar, también con dificultad, el vapor de agua caliente empleada en las abluciones.

Pero al margen de todo eso, los Baños Árabes son, en sí mismos, una permanente muestra cultural de la Jaén de hoy, muy apropiados para ser reclamo turístico de primer orden. Compruébelo el lector, si no, y acérquese a ellos con el mismo interés con que lo hacen los que vienen de fuera de nuestra provincia e, incluso, del extranjero. Y ya en el apoditerium o vestíbulo de los mismos podrá quedar satisfecho con las imágenes, siempre recreadas en el pensamiento, de marlotas y almalafas, de aljubas y de chilabas allí colgadas o puestas sobre alhamíes. Prendas pertenecientes a unos usuarios que estarían relajándose en el tepidarium o sala de agua templada. Estancia que era también espacio para transmisiones orales de historias y leyendas que, para nuestra mentalidad, tienen el encanto de lo hermético o escasamente aclaratorio, con el aderezo de sus creencias mahometanas y sanas costumbres, entre las que el reposo y el sosiego del alma constituían el fundamento de otros valores sociales y espirituales. Pero hay que imaginarse todo esto haciendo excepción del fundamentalismo integrista de ciertos sectores mahometanos de nuestro tiempo.