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Un marteño desde Murcia… ANTONIO ALVAREZ ALONSO 1.867-1.903

Juan Rízquez Molina | El día once de Marzo de 1927 nací en la ciudad de Martos. Esta fecha para mí, es muy importante, como cualquier ser humano que naciera ese día, u otro día de cualquier año. Pero este mismo día del año 1867 nació en nuestro pueblo el músico y compositor D. ANTONIO ÁLVAREZ ALONSO, autor de esa marcha popular (como el le decía y consta en el libreto que voy a transcribir, y que se publico en Cartagena con motivo del centenario de su composición y que Martos cooperó en este centenario.

Por encontrarme viviendo en la región de Murcia, en un pueblo muy cerca de Cartagena, ha coincidido la conversación del Maestro Álvarez Alonso con algunos de mis amigos, dándose ellos por satisfechos diciendo que el compositor de SUSPIROS DE ESPAÑA, era de Cartagena, a lo que yo tengo que explicarles lo que ha continuación y que se publicó en su día sobre el Maestro. JOSÉ ÁLVAREZ ALONSO.

Nació el 11 de Marzo de 1867 en Martos, populoso e histórico pueblo de Jaén. Vivió sus primeros años en el seno de un familia de clase media, formada por D. José Álvarez y Doña Virginia Alonso, compartiendo juegos e ilusiones con Manuel, su único hermano. Huérfano de padre y madre, a edad muy temprana, fue recogido por un tío materno, el cual le encauzó por los sendero de la profesión musical. Con solo nueve años ingresó en la Escuela Nacional de Música de Madrid, estudiando solfeo, piano, armonía y composición con lo más grande del profesorado de entonces: Dámaso Zabalza y Juan Emilio Arrieta. Empezó a destacar como aventajado pianista y recorrió en ocasiones el territorio nacional dando conciertos. Siendo magnifico organista, ostentó tal encargo en la catedral de Funchal (Islas Madeira)

En sus primeros años en Cartagena consiguió subsistir gracias a la impartición de clases de música. Vivió en una casa de huéspedes de la calle del Carmen donde desarrolló su espíritu un poco pesimista y bohemio. Se desplazaba temporalmente a dirigir una orquesta en el Gran Casino de Funchal y a Madrid, a controlar el estreno de alguna de sus zarzuelas. De sus numerosas zarzuelas, existe constancia que estrenó al menos una en el Teatro Circo de Cartagena.

Casado con Doña Gumersinda del Río Cevallos, perteneciente a una aristocrática y adinerada familia santanderina, su matrimonio fue un verdadero fracaso, pleno de numerosas discusiones y trifulcas, debidas al carácter celoso de su mujer o a su vida bohemia en el mundillo artístico. Esto condujo a la separación definitiva, que se hizo oficial en su estancia en Cartagena.

Cuando arribó a nuestra ciudad (Cartagena) el maestro Álvarez tenía treinta años. Aceptó el reto de ofrecer abundantes conciertos en el viejo Café de La Marina, en la calle Mayor, donde había nacido el pasodoble “El Abanico” del compositor Alfredo Javaloyes López. Mejoró su situación al inaugurarse el Café- Restaurante España, situado también en la Calle Mayor, en donde actuó en el que terminó siendo su sexteto definitivo : Antonio Álvarez (piano) Antonio Rabay Bartrina (violín primero) Antonio Lissón y Alvadalejo (viola y armonium) Juan López (vilonchelo) Antonio Pomares Talavera (violín segundo) y Antonio Torromé (contrabajo). En determinadas ocasiones se contó también con otros intérpretes, entre ellos con Manuel Álvarez Alonso (notable violinista) hermano del maestro.

El Casino de Cartagena contrató al maestro Álvarez para las anochecidas estivales de su pabellón de verano, instalado en el Rel de la Feria, en el paseo del Muelle, actuando aquí como solista, con gran éxito y afluencia de público.

También actuó en los salones de la reciente constituida Real Sociedad Económica de Amigos del País.

Con motivo de celebrarse la jura del Rey D. Alfonso XIII, el día 16 de Mayo de 1902, la Sociedad de Conciertos de Madrid convocó un concurso nacional de composición. El maestro Álvarez consiguió el primer premio con su “ Marcha Solemne” , que fue estrenada ocho días después en el Teatro Real, con presencia del Monarca. Esto le valió, posteriormente, un merecido que le tributaron sus amigos en Cartagena, con un gran concierto en su honor. También obtuvo el Gran Premio del Concurso de Bandas de Música organizado por periódico madrileño “El Heraldo”, con el vals titulado “Será para mí” Durante su afincamiento en Cartagena escribió cuartetos, caprichos, zarzuelas, muchas, marchas, himnos, pasodobles, pasacalles.

Se dice que el Maestro Álvarez, compuso su inmortal pasodoble sobre una de las mesas del Café España y que tras una de sus actuaciones nocturnas, pasando frente al escaparate de una confitería, se tropezó con el titulo de la obra al contemplar los conocidos pastelillos llamador “Suspiros” Aquella inspirada composición, dedicada, como reza su cabecera, al Ayuntamiento de Cartagena, se estrenó la noche anterior a la fiesta del Corpus Cristi (2 de Junio de 1902) frente al altar situado en la esquina de la calle Mayor – Plaza de San Sebastián, por la Banda de Música de Infantería de Marina, dirigida por el Maestro Ramón Roig.

Un año después, el domingo 21 de Junio de 1903tras su actuación nocturna y una posterior partida con los amigos, falleció de una fulminante angina de pecho, a los 36 años y medio

Tras la desaparición del Maestro Álvarez, ha de admitirse que le llegó rápidamente el olvido, pese a que el éxito de su composición fue en aumento. Medio siglo después se empezó a revindicar su figura por parte de Federico Casal y otros, que abogaban por realizarle un homenaje en el cincuentenario de su muerte. Toda esta corriente culminó con el pasar de los años en un grupo de querenciosos cartageneros que, capitaneados por José Casau, Pedro Bernal, Pedro González, José Zarco Avellaneda, Ramón García Pérez y Jesús Montalbán Director de la Banda del Tercio de Levante, entre otros, lograron por suscrición popular, erigir el monumento al Maestro Álvarez, obra del escultor José Sánchez Lozano, que fue inaugurada en la plaza del Rey el 11 de diciembre de 1966

En otra ocasión seguiré hablando algo más sobre nuestro insigne paisano el Maestro ANTONIO ÁLVAREZ ALONSO.

Desde Murcia os manda un abrazo para todos los marteños



Un marteño desde Murcia…VIVIR ENTRE FLORES (Relato Corto)

Juan Rízquez Molina | Era un sábado por la tarde, el padre, un hombre de unos cuarenta años, con dos niños de la mano se dirigía al parque del pueblo. Eran los primeros días de primavera, el parque se encontraba con todos los rosales y plantas en plena floración, sobre todo los rosales que aunque todavía había muchos capullos sin abrir, la mayoría estaban ya a media flor, por lo que su aspecto era precioso.

Aquel hombre, con los dos niños de la mano, se dirigía hacia una parte del parque en la cual se encontraba una especie de Arriate en el que se podían contar unos ocho rosales, de los cuales, uno, destacaba de los demás por su diferencia en el color de las rosas, eran un rojo sangre precioso, las rosas parecían de terciopelo y su ubicación estaba situada en el centro con el fin de que no fuese tocado ni estropeado por nadie, ya que como digo, era la admiración de todo visitante.

Este hombre, dejando a los niños les dijo:

-Esperad un momento que voy a pasar, ahora que no se ve por aquí al guarda, para ver de cerca ese rosal que hay en el centro y oler esa rosa tan bonita.

Se dirigió a él y más que olerla lo que hizo fue darle un beso, cosa que a los dos niños le extrañó, por lo que le preguntaron a su padre,

-Papá, ¿Por qué le has dado un beso a esa rosa con tanto cariño?

Esa pregunta que me haces la voy a contestar, pero no en este momento, nos vamos a sentar en ese banco de enfrente para contaros la historia de ese rosal rojo y por qué le he dado un beso.

-¿Os acordáis de vuestro abuelo Juan?

-Sí papá

-Pues precisamente hoy hace tres años que murió…

-Papá, y ¿donde está enterrado? que cuando vamos al cementerio siempre nos han dicho: aquí está enterrada la abuelita, pero no sabemos donde está el abuelo.

-Precisamente esa es la historia que quiero contaros, pues con doce y siete años que habéis cumplido ya tenéis que saber donde se encuentra enterrado el abuelo Juan, eso sí os digo, es un secreto muy intimo de nuestra familia.

-El abuelo Juan era un hombre con unas ideas muy propias, aprendía más de sus pensamientos que de lo que leía, pues leer le gustaba poco, en cambio escuchar, sobre todo alguna persona inteligente, eso le encantaba y de ello aprendía mucho. Recuerdo que me decía, hijo, hay personas que leyendo poco saben más que aquel que lee mucho, igual pasa con la comida, hay personas que comen mucho y no engordan y otras comiendo poco engordan. Le gustaba mucho la Astronomía, todo lo que trataba del Universo, la formación de las estrellas, nuestro Sistema Solar se lo sabía de memoria, distancia entre planetas, volumen de los mismos…Me decía que cuando se situaba, imaginariamente, a la distancia que se encuentra Júpiter de la Tierra y esta se convertía en un insignificante punto de luz, de las muchas cosas que creemos los seres humanos que somos en la Tierra, a esa distancia no somos nada, solamente una partícula del Universo y, una partícula, según había leído, en un milímetro cuadrado, lo ocupan mil millones de partículas.

-¿Y cuando se murió el abuelo papá?

-El abuelo se murió hace ya cinco años.

-¿Y donde está enterrado?

-Al abuelo un día, ya hace más de siete años, le dio una especie de amago al corazón, teniendo que ser ingresado pero gracias a Dios no fue nada peligroso y se recuperó. Pero estando en el hospital, quedándome una noche solo con él, hablando de la vida y la muerte me decía que el día que muriese fuese incinerado, y que sus cenizas fuesen depositadas en el parque del pueblo en una zona donde hubiese más rosales y que en uno de ellos las depositara para que sirvieran de fertilizante, pero con una condición, que no se enterara nadie donde fueron sus cenizas a depositarse. Yo no le daba importancia a lo que me estaba pidiendo, solamente le decía que no pensara en morirse, que él se encontraba suficientemente fuerte para vivir muchos años, pero no fue así y a los dos años murió.

-¿Y fue incinerado papá?

– Si hijo mío, tal como él me pidió, teniendo que decirle a mi hermana y mi madre los deseos de nuestro padre de ser incinerado, pero no en el sitio donde tenía que depositar las cenizas.

– Cuando se terminó el sepelio, las cenizas se depositaron en un recipiente muy bonito, haciéndome cargo de las mismas. Había pasado un mes y la abuela tenía que ir todos los días a visitar aquel recipiente, que lo tenía yo guardado en mí casa, hasta que decidí seguir el trámite que el abuelo me indico que hiciese con las cenizas, o sea, depositarlas en el parque en la parte que se encontraban los rosales más bonitos.

Así lo hice, viendo el rosal más bonito, aquella noche con mi cofre y una pequeña escardilla, profundicé unos veinte centímetros hasta encontrar las raíces y deposité aquella cantidad de ceniza, cubriéndola de nuevo dejando el rosal como si nadie lo hubiese tocado.

Llegué a la casa con aquel cofre, pero vacío, procurando que no me viese nadie, lo dejé en el mismo sitio, como nadie me vio cuando lo saque de la casa y lo entré, todos creían que las cenizas seguían estando dentro.

Mi madre fue la primera que me pregunto,

Juan, ¿qué piensas hacer con las cenizas de papá?

Madre, esta noche cuando cenemos tendremos una reunión los tres y os diré lo que pienso hacer.

Efectivamente, aquella noche cuando terminamos de cenar les conté todo el proceso que habían llevado las cenizas del abuelo, siento siempre cumpliendo los deseos que me dijo y como tenía que hacerlo, y el lugar exacto donde se encontraba el rosal con las cenizas.

La abuela fue la primera que se sorprendió, ya que creyendo que las cenizas se encontraban en el bote, todos los días le rezaba y le daba un beso al mismo, eso sí, sin destaparlo.

-¿Y qué pasó papá cuando la abuela, mamá y tú sabían donde estaba el abuelo?

-Igual que le prometí yo al abuelo que sería un secreto su confesión, ellas me juraron a mí.

-Papá, ¿Y la abuela por que no se incineró como el abuelo?

-Te voy a contar por que la abuela está en el cementerio en un nicho y no se incineró.

-Cuando la abuela ya se enteró y se tranquilizó, un día nos juntó a los tres y nos dijo lo que teníamos que hacer el día que muriese.

-¿Qué papá?

-La abuela nos dijo que no se incinerara, que la metieran en un nicho, pero que a los cinco años, que ya se podía sacar, se incineraran sus restos y esa ceniza fuese depositada en el mismo rosal donde se encontraba el abuelo, para que de esa manera, lo mismo que de ellos dos nacimos tu tía y yo, siguieran naciendo rosas en aquel rosal.

-Papá, ¿La abuela conoció el rosal del abuelo?

-Sí, al día siguiente de decirle yo todo lo que había hecho, la llevamos al parque y no pudimos evitar que entrara en aquel Arriate, que aunque todavía no tenía rosas, tomó varias hojas y cuando llegamos a la casa las puso con todas sus estampas y novenas que tenía y que les rezaba todos los días.

No se me olvidaran nunca unas palabras que dijo tu abuela cuando nos sentamos en este mismo banco.

-¿Qué dijo?

-¡Que sitio más bonito con la Peña al fondo para vivir una eternidad!

-Papá ¿Falta mucho para los cinco años de la abuela?

-Dos años hijo. Pero te quiero decir una cosa, que si yo faltara antes de incinerar a la abuela, a ti te hago responsable de hacer todo lo que ya sabes que hay que hacer, ¿me lo prometes?

-Si papá, pero yo te digo a ti como tú le dijiste al abuelo en el hospital, no pienses en eso que a ti te quedan muchos años de vida.

Y dándole las gracias con un beso en la frente, llamó a su hermana que estaba jugando con otras niñas y se fueron a la casa. Pasaron los cinco años de la muerte de la abuela y se cumplieron los deseos que ella dijo.

Aquí termina esta historia, que aunque es una fantasía mía, creo que a cualquier persona le gustaría ser el protagonista de la misma, INCLUSO YO, ASÍ LA DESEARÍA.



Un marteño desde Murcia…LOS BANCOS DEL PASADO

Hoy quiero hacerle funcionar a mí memoria rebobinándola a los años cuarenta y algo de los sesenta, sobre todo hasta que empezaron los ordenadores, referente al trabajo que hacían los empleados de los bancos.

Yo recuerdo, a partir del año 1927 que yo nací, los bancos que había en Martos, y todos, menos el Central, que sigue estando en el mismo sitio que ocupa hoy, en la Fuente Nueva, hoy reformado, los otros dos, el Hispano Americano en la calle San José y el Español de Crédito en la calle real, donde hoy se encuentra la sede del partido socialista. En aquellas fechas el noventa por ciento de los negocios de Martos estaban ubicados empezando por la Fuente Nueva, calle Campiña, Llanete, Real de San Fernando, plaza del Ayuntamiento y calle De la Fuente, pues no existía polígono ni nada, solamente la vega agrícola y algunas industrias de cerámicas y cemento.

Pero a lo que quiero referirme en este articulo, al sistema de trabajo que se realizaba en aquellos tiempos en los bancos. Estaba el director, el interventor, el empleado y el cajero, para estos empleados había uno que era el ordenanza, que su trabajo consistía en transportar documentos de una mesa a otra, era el único que tenía su uniforme con sus botones dorados con el anagrama del banco al que pertenecía, por este motivo le decían “el botones del banco”.

Pero había otro empleado que también llevaba uniforme era, el cobrador de las letras a domicilio. Este empleado también llevaba uniforme del banco al que pertenecía, aunque quiero recordar que llevaba su gorra. Recuerdo el del Banco Hispano, era azul marino, chaqueta cruzada con sus botones dorados y su anagrama del B.H.A.. Quiero hablar de esta persona, que de todos era muy conocida, pero será como dice la televisión después de los anuncios, o sea cuando describa a los del Banco Central y Español de Crédito.

El cobrador del Central era Caballero, hombre muy agradable y muy conocido, su uniforme era gris con sus botones dorados. El del Español, Valdivias y quiero recordar que el uniforme también era azul, más claro o más oscuro.

¿Quién no conocía en Martos a MANUEL TEVA MELERO? Padre de nuestro buen amigo y marteño, FRANCISCO TEVA JIMÉNEZ ¡¡Cómo andaba, era más correr!! Era el cobrador del Hispano Americano. Todos estos señores que nombro, eran conocidos por su nombre y el del banco que trabajaban, por lo tanto preguntar en Martos por MANUEL TEVA tenías que decir EL DEL BANCO HISPANO.

Yo tenía buena amistad con él, ya que nos ha acompañado a nuestras cacerías a Sierra Morena muchas veces, con Luis Jimeno y Antonio López, incluso tengo que buscar alguna foto que creo tengo con él.

En este trabajo surgían muchas anécdotas ya que la responsabilidad de tener que pagar una letra era cosa muy seria y más si decía el cliente que la devolvieran como le pasó una vez lo siguiente. Como ya he dicho, no había ordenadores solamente el comerciante tenia un pincho de alambre en el que colgaba la factura pendiente de pago, y otro pincho la factura pagada con su letra correspondiente. Llega nuestro amigo Manuel Teva, con su carpeta de cuero rectangular, le da al cliente la letra y se la devuelve diciéndole que la devuelva diciendo, LA FACTURA CORRESPONDIENTE NO ESTÁ EN EL PINCHO.

Este empleado de Banco, tenía su trabajo en el cobro de letras a domicilio, también tenía una misión muy importante por conocer el movimiento económico de los negocios, debido a su visita a ellos, cosa que le servía al director, como asesor y persona que lo ponía al corriente en la solvencia de cualquier nuevo cliente que necesitaba crédito de ese banco

Que sirva este recuerdo, para esa persona que era un buen amigo mío, MANUEL TEVA MELERO.

Juan Rízquez Molina



Un Marteño desde Murcia…LOS BESOS PRESOS

LOS BESOS PRESOS
Relato corto de Juan Rizquez Molina

En la puerta de aquel chalet, o casa de campo, se paraba un todoterreno. Del mismo se bajaba un hombre de unos cuarenta años, con una ropa de trabajo muy adecuada a su profesión, era Ingeniero, llevaba la dirección de un puente en una autovía con una responsabilidad muy importante.

Al entrar a la casa es recibido por una mujer de unos treinta y cinco años, muy guapa, de la mano llevaba, una niña de seis años y un niño de cuatro. Al ver ambos a su papá se soltaron de la mano de su mamá y se colgaron del cuello de su papá dándole un beso con un abrazo muy fuerte. Eran la alegría de aquella casa y la realización plena de aquel matrimonio que se querían con un amor inmenso.

El contratista que realizaba la obra era una persona de su confianza, muchos documentos que daban la conformidad de los materiales gastados, las resistencias exigidas de los mismos, muchas veces les daba la conformidad sin haberlos leído, era una persona de su total confianza.

Eran las siete de la mañana, faltaba una hora para que todo aquel movimiento de maquinaria empezara a funcional, solamente había en la obra, bajo aquellos pilares tan enormes de cemento y hierro algunos de los vigilantes que terminaban su turno de la noche. Todo fue un segundo un estruendo enorme seguido de un derrumbamiento total de aquellos pilares fue todo. Toda la parte más avanzada de la autovía se había venido abajo.

Todo el personal que esperaba la hora de enganche en la obra dirigiéndose al accidente empezó a buscar los cuerpos de aquellos cuatro vigilantes de la obra que se encontraban en esos momentos en aquel lugar. Todo fue inútil dos de ellos salieron con vida aunque muy graves, los otros dos solo encontraron sus cadáveres entre los escombros.

Aquel ingeniero, un hombre con una gran reputación profesional, era el responsable de todo aquello, pero no el culpable, el culpable fue su amigo el contratista que abusando de las buenas relaciones con él se aprovecho para utilizar un producto químico acelerante para el fraguado del cemento, cosa que este ingeniero no lo hubiese permitido, pero que el contratista lo utilizó sin su consentimiento, ya que este producto conseguía acelerar el fraguado del cemento y adelantaba la fecha de entrega de la obra para tener más beneficios.

Realizados todos los análisis oportunos, se llegó a la conclusión que se había gastado un producto acelerante para el cemento, pero que este a la vez era corrosivo y llegaba a inutilizar la fuerza del hierro.

El contratista no apareció, cuando vio lo que había pasado se perdió cayendo toda la responsabilidad sobre el ingeniero.

Aquella noche, serían las once llamaron a la puerta, eran dos agentes de la guardia civil con una orden de detención.

Cuando este hombre se puso a su disposición, les pidió permiso para entrar y besar a sus hijos, los cuales estaban durmiendo. Ella abrazada a su cuello llorando lo acompañó hasta el dormitorio, pero el no pudo acercarse a sus hijos, temía que despertaran y ¿qué les decía? A cierta distancia y llorando abrazado a su esposa se despidió de ellos.

Hubo un juicio, por haberse dado a la fuga el contratista que era el culpable, tenía que estar dos años en la cárcel, y con él, DOS BESOS PRESOS que no habían podido salir la noche que se despidió de sus dos hijos

Lo que aquella mujer sufrió por no poderles decir a sus hijos donde se encontraba su padre, les decía que se encontraba en el extranjero dirigiendo unas obras. Ella lo visitaba, incluso algún bis a bis, pero aquellos dos besos que no les pudo dar a sus hijos, estaban encerrados en el pecho de aquel padre y no podían salir.

Por fin llegó el día de su liberación, sus hijos estaban en el colegio, él después de ducharse se puso la misma ropa que tenía cuando venía del trabajo.

Cuando la madre fue a recogerlos al colegio, les dijo que papá había terminado el trabajo que estaba haciendo y ya se encontraba en la casa.

Aquello fue tremendo, los dos corrían que se dejaban atrás a su mamá, entrando a la casa con una precipitación encontrándose a su padre con la fuerza que iban casi caen los tres al suelo.

Fue tremendo, aquellos dos hijos colgados al cuello de su papá, su mamá sobre sus espaldas besándose los cuatro, fueron los BESOS más maravillosos que se habían dado seres humanos, era la liberación de aquel buen hombre y la liberación de los DOS BESOS PRESOS.

Un marteño desde Murcia, se lo dedico a mi amigo Francisco Teba Jiménez con un abrazo.

Todo es producto de mi imaginación, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.