NOTICIAS DE CINE… Lara de Tucci
De Redacción | 14. mayo 2012 | Categoría: Clásica, En Portada, Opinión, Religión, Sociedad | Sin comentarios » ComparteTweetLara de Tucci | Doctor en Humanidades por la Universidad San Pablo CEU entre otras titulaciones, Juan Orellana Gutiérrez de Terán no podía decepcionar a un concurrido auditorio que había reunido en una determinada sala de Madrid donde se desarrollan a lo largo del año ciclos de conferencias sobre los más variados temas; siendo uno de ellos el cine; que en Martos tienen en la actualidad sus referencias por las películas que se proyectan en el teatro Álvarez Alonso.
“Temas recurrentes del cine contemporáneo” fue el título de su disertación. Que tengo que decir que fue de un gran interés para los amantes del cine en particular; pero igualmente para los amantes de la sociología en general, pues todos consideramos el Séptimo Arte, y no nos faltan motivaciones para ello, algo así como una retransmisión fidedigna de lo que se vive en la sociedad y de lo que mueve a las gentes del mundo de hoy. Y como Juan Orellana sabe lo que se trae entre manos en esto del celuloide (él es director del Departamento de Cine de la Conferencia Episcopal y crítico de la misma materia en la revista Alfa Y Omega), supo exponer extraordinariamente bien en su conferencia muchos de los rasgos e, incluso, de las situaciones que en la gran pantalla se reflejan de las relaciones humanas de cualquier naturaleza.
Puso especial énfasis en resaltar que, en los argumentos cinematográficos, los guionistas se dejan llevar con frecuencia por uno de los contravalores que se detectan hoy en día en el mundo occidental, inmerso en una dinámica materialista: el narcisismo, tan recurrente en muchas personas de una generación carente de ideales reparadores que valgan para que los individuos desestimen tales contravalores y se dejen llevar por otras formas de conducta absolutamente positivas para la convivencia humana.
Pero no, del narcisismo -todo para mí y sólo valgo yo-, como él mismo puso en claro con las explicaciones de algunas escenas cinematográficas, las personas suelen pasar al nihilismo -nada importa, nada merece la pena-, otro rasgo humano muy de moda en las sociedades del momento; un fenómeno en el que el ser humano se desentiende, afectado de despreocupaciones, de cualquier responsabilidad que habilite razones esenciales para ennoblecer conductas que se hallan a la deriva por carecer de compromisos afectos a la recta moral. Aunque el conferenciante reconoció que en el cine actual se está produciendo (debido quizá al hastío de los espectadores por tanta bastardía, generalmente hablando, como hay en el cine y que en España está subvencionada) una tímida pero positiva reacción que pretende contrarrestar estilos de vida sin ética que los cineastas se empeñan en eternizar en sus obras. Reacciones que llegan gracias a películas ambientadas en la religiosidad.
El conferenciante, como crítico en la materia, defendió de alguna manera el cine de hoy. Y, citando películas y directores que sería prolijo repetir en este artículo, no dudó en reconocer que el cine, por ser espejo de la sociedad, también proyecta escenas, aunque escasas -él las contó con facilidad de palabra-, que nos pueden ayudar a comprender bastantes de las formas de vida que nos escandalizan, y no poco; como asimismo muchos de los defectos que apreciamos en nuestro entorno y que censuramos abiertamente, pero que, interpretados en el cine, nos cuestionan y nos hacen reflexionar.
Tuvo palabras para justificar algunas películas y ciertas escenas no aptas para gentes sensibles. Pero hay que añadir que a Orellana se le puso en algún aprieto -así lo entendí yo- cuando en el coloquio con los asistentes al acto se le hicieron preguntas acerca de si el cine contemporáneo acertaba con ser principalmente un reflejo de las formas menos edificantes de los seres humanos y si acertaba igualmente con aliñar los guiones casi sin excepción con escenas de suma violencia y con el sexo como elemento de atracción para hacer taquilla.
Y por ese aprieto que refiero, sí explicó, por ejemplo, que el cine, al formar parte de la Cultura, siempre estará influenciado por impositoras corrientes de determinadas tendencias para que, a río revuelto, ganen siempre los mismos pescadores. Lo cual ilustró con un par de anécdotas que escandalizaron al auditorio: Una de las películas de las más taquilleras del año que acudió a un gran certamen de fama mundial -lamento no acordarme ahora del nombre del certamen- no fue admitida a concurso porque su argumento hacía referencia a la vida ejemplar de un sacerdote. Pero sí me quedé con el nombre del Festival de Cine de San Sebastián, donde se consumó el otro escándalo; éste, por parte del director del mismo. En dicho Festival tampoco fue admitida una película sobre la vida de Beethoven, ya que el argumento estaba tratado bajo el prisma de la religiosidad.