ASTUCIAS MANIPULADORAS… Lara de Tucci
De Redacción | 16. noviembre 2012 | Categoría: Clásica, En Portada, Opinión | Sin comentarios » ComparteTweetLara de Tucci | Ya es archisabido, ya se sabe por activa y por pasiva que los astutos encuentran abonado el terreno para sus ardidosos engaños cuando quienes confían en ellos son unos necios cuya estulticia les tiene imposibilitados para discernir y sopesar los amañados mensajes que reciben sin cesar. En este sentido, bien podemos entender los proyectos secesionistas que sacuden a los ciudadanos de dos comunidades muy queridas de nuestra España; de dos comunidades de cuya españolidad nadie medianamente instruido en Historia duda. Pues España sería menos Hispania si le faltaran Cataluña o la Comunidad Vasca.
Pero claro, existen los astutos, los que pretenden situarse en el vértice de la representación popular para que sus imágenes sobresalgan por encima del resto de la ciudadanía. Astutos que, en política y en dichas comunidades sobre todo, acampan a sus anchas y a sabiendas de que sus mensajes no caen en saco roto cuando hay sectores de la población, como digo, que no se detienen a pensar -por falta de formación tal vez- en los retorcidos “recados” de quienes les hablan y hablan desde las tribunas o a través de ciertos medios de comunicación; medios de comunicación, en algunos casos, que se hacen ecos muy gustosamente, pues adolecen de las mismas tendencias demagógicas, de las instrumentadas astucias de los lideres separatistas, convirtiéndose así en heraldos de ellos, y sin cuyas colaboraciones quizá no serían tan hirientes para el resto de los españoles las campañas de ruptura que proliferan por ahí. Dándose el despropósito de que proliferan hoy en día -los astutos se aprovechan de lo que sea para maquinar a su antojo- asistidas por la crisis económica, por el paro denigrante y por la tremenda incertidumbre y la psicosis qua tales coyunturas provocan en la ciudadanía.
Claro que si los receptores de los mensajes de autodeterminación sopesaran los descalabros de toda naturaleza que tendríamos que soportar llegado el caso de la secesión, los astutos políticos, anclados en tal disparate terminarían por aparcar las sinrazones separatistas y dedicarse a trabajar honestamente para resolver lo que a vascos y catalanes en particular y al resto de los españoles en general nos interesa de veras: el mantenimiento del Estado de Derecho en unas condiciones esenciales para proyectarse en el futuro con garantías de solvencia ideal; a saber: la seguridad de los puestos de trabajo para todos los ciudadanos; una adecuada sanidad, donde la investigación esté continuamente apoyada por las instituciones, y una enseñanza idónea para procurar que las gentes de las próximas generaciones sepan desenvolverse mejor en libertad por haber alcanzado un grado de cultura necesario, que, en mi particular opinión, hoy deja bastante que desear.
Y en esto de un positivo grado de cultura necesario para todos tiene un papel esencial, como es lógico, el más esencial junto con el de la familia, la enseñanza en los centros educativos. Pero una enseñanza impartida con uniformidad de criterios en todas las comunidades autónomas; pues se están dando casos de que hay puntos muy concretos en nuestra geografía hispana, y no hace falta citarlos aquí, ya que están en la mente de todos, en los que la lengua española -¡qué filosofía la de este desconcierto!- está mucho menos valorada que la inglesa.
De tales desfases de la Cultura, pues, del menosprecio a una enseñanza unificada -¿están ambas cosas convenientemente estudiadas por los separatistas?- se valen los políticos de corte astuto para manipular a ciudadanos cuya estulticia o incapacidad para pensar no les deja entrever que hay quienes llegan a elevados puestos en la política con la única y ambiciosa intención de permanecer en ellos a costa de lo que sea. En este caso particular -y eso es lo que pretendo denunciar en este artículo- a costa de la voluntad manipulada de unos votantes poco reflexivos, y de otros sectores de la sociedad cuyos miembros creen tontamente que las divisiones internas garantizan los intereses, sobre todo los materialistas, de los ciudadanos. Cuando la realidad ya constatada nos dice que es en la suma de todos los nobles proyectos e intenciones donde se encuentra la solvencia para el porvenir de cualquier sociedad; aunque ésta, como es el caso de la española, se base en diferencias de variada naturaleza; pero que convergen perfectamente en el sentido de hacer de nuestra Patria un conjunto armónico de ilimitadas posibilidades en beneficio del bien común de los españoles.