Lara de Tucci | Un año más, estamos a las puertas del día de la madrileña -vallecana si se prefiere- Virgen de la Villa. Sintiéndome yo en esta ocasión inclinado a referirles a los lectores de “Martos al Día” la impresión que me causó el pregón del año pasado; el cual corrió a cargo de Amador Álvarez Cózar. Fue una positiva impresión, por cuanto sus palabras cadenciosas, como si de un experimentado orador se tratara, daban la sensación de estar siendo pronunciadas por alguien de mucha más edad y con un extraordinario dominio de las asignaturas de humanidades, incluida la teología. Tanto fue así, que él mismo en uno de los pasajes de la intervención dijo textualmente: “de mi paso por el colegio franciscano de San Antonio destacaré la honda formación cristiana recibida en sus aulas, en la línea de las enseñanzas de San Francisco”.
Pero Amador Álvarez no solo me entusiasmó a mí con sus buen hacer; pues en la totalidad de las personas asistentes al acto -todos, madrileños y marteños, devotos de la Virgen Labradora- fue dejando un poso de satisfacción por haber acudido a oírle, a escucharle comentar vivencias suyas en la localidad de la Peña y recuerdos de la misma impregnados de religiosidad. Esto último, por aquello de sus creencias cristianas siempre animadas y sostenidas por la cercanía de Nuestra Señora de la Villa. Tan cercana al pregonero, como nos lo dio a entender en otro momento de su pregón cuando, dirigiéndose a los presentes, nos confesó: “transmitiros los sentimientos que por Nuestra Señora profeso y que forman parte de mi esencia cristiana y de mi experiencia de vida”.
El pregonero de 2012 de la Virgen de la Villa incluso impartió con sus palabras algo de catequesis, de enseñanzas de religión; cosa rara en esta clase de pregones, donde se viene a hablar esencialmente, aparte de los lógicos comentarios marianos, de historias marteñas, de olivos y de anécdotas familiares. Que son, precisamente, comentarios populares que llenan los vacíos sentimentales de los marteños residentes en la capital de España, como llenan también, es de suponer, los de los residentes en otros lugares.
Clase de religión, he dicho, de Amador Álvarez en su pregón. Pues con claridad se dedujo tal cosa de estas frases suyas: “cuando el Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, fue consagrado obispo en el otoño de 1958, tenía que elegir un lema episcopal, y eligió TOTUS TUUS (totalmente tuyo), en alusión a su entrega total a María, porque es por María como se llega a su Hijo, Jesucristo”. Pero lo más edificante fue que, en el marco de su alocución, nos expuso a los oyentes -un matiz más de su profunda formación católica- la definición dogmática del papa Pío IX, del 8 de diciembre de 1854: que declaraba a la Virgen “Sin Pecado Concebida”.
Somos quince o veinte ya los que hemos pasado por el ambón de la parroquia de San José de Calasanz para pregonar a la Virgen de la Villa, y todos de bastante más edad que Amador. Cada uno haciéndonos eco, según nuestra preparación intelectual y nuestras habilidades de expresión, de la trascendencia que supuso aquel trasplante de fe desde la ciudad de San Amador a la de San Isidro. Trascendencia para los que vinimos a Madrid cargados de ilusiones materialistas; que eran consecuencia de unas carencias en Martos de lo más esencial para sobrevivir. Y digo trascendencia porque la venida de la Virgen en un cuadro con los primeros emigrantes marteños, los pioneros, propiciaría que ninguno de ellos perdiera totalmente la esencia espiritual y el carácter social de sus raíces ancestrales; aquellas que se vienen cuidando todavía por varias generaciones.
Muchos hemos sido los pregoneros, sí; paro el último -permítaseme la expresión- es un “brote” de las mencionadas raíces. Pues con su estupendo y estiloso pregón vino a decirnos que aquel trasplante de nuestra Virgen Labradora a Vallecas, sin dejar por ello de ser marteña, sigue dando sus frutos más de medio siglo después de la gesta de fe, y que la cosecha, con la ayuda de Dios, está asegurada; como se puede deducir por el hecho de que los tres o cuatro últimos Hermanos Mayores de la Cofradía son igualmente “brotes” que al nacer se encontraron en Madrid con la imagen de la Señora que otros tuvieron la feliz idea de continuar venerando aquí tras desplazarse dejando atrás la Peña.
Amador Álvarez, no obstante su juventud, dejó en Vallecas constancia de lo que comento anteriormente. Y con plena intención de lo que se propuso: con fidelidad a las enseñanzas que había recibido de sus padres; con la preparación que había recibido en el colegio de los franciscanos -él citó incluso al recordado P. Albert-, y, también, en la parroquia de la Asunción de María. Aliñando su discurso con referencias plenas de recuerdos asociados a su marteñía; como fue el recordar a Martos en la Historia de España, refiriendo su presente, su importancia en Andalucía y estando convencido cada día más en un esperanzador futuro para nuestra localidad. ¡Ojalá sea como dijiste, Amador!