Un Alma Cándida, de Antonio Pérez Gallego
Ya casi es navidad y acabo de decidir que, hoy mismo, empezaré mis buenas obras, ¿para qué esperar más? Comenzaré por dar las vueltas que me sobran del café y el tabaco a todos esos vagos que no paran de pedirme una limosna en todos los pasos de peatones. ¡Cada vez son más, tenían que hacer algo con toda esta gente!, cómo si no hubiera nada que hacer? Bueno…, es igual, si no lo necesitan, allá sus conciencias. Seré ingenuo, seguro que ganan más que yo, ¿cómo si para mi fuese todo tan fácil? Y ahora vienen las cenas en casa de los suegros, con los amigos, a algunos sólo los veo una vez al año, ¡menudos amigos!, pero, ¡claro!, si no vas…luego quedas mal. ¡Ah!…, los regalitos, y a mí, ¿quién me regala? Siempre con lo mismo: “como tienes de todoooo…” ¡Que sabrán ellos lo que tengo!
– Marta, ¡ya sé lo que vamos a comprarle a la niña!, ¿te acuerdas del perrito que tienen los del cuarto? Sí, ese de color blanco, tan bonito, ¿de qué raza es?
– Y yo qué se, ¡a mi déjame de perritos, lo que nos faltaba!
– Desde luego como eres…con la ilusión que le haría a Martita
Un mes después…
Desde luego, ¿quién me mandaría a mí? Marta, como siempre, está ocupada. Siempre con sus cosas…, que si la cena…, que si tengo que limpiar el baño, que si esto…, que si aquello, ¿qué hará durante todo el tiempo que tiene? Seguro que se pasa todo el día de cháchara, cotorreando con las amigas y viendo Telecinco. Sí, dice que trabaja, pero a las tres de la tarde ya está en casa, en cambio yo…todo el día aguantando. Además, si trabajara tanto como dice no se habría puesto como se ha puesto, y luego dice que si ya no la miro… ¡A la oficina la mandaría yo! ¡Cómo se lo montan las amas de casa! Pero a mí, de mí, ¿quién se hace cargo? Todo el día aguantando a unos y a otros, y encima, ahora, a sacar al perrito – ¡Termina, ya chucho, que cada día tardas más! – Con el frío que hace, ¿qué mirará ese?, a lo mejor se cree que me voy a poner ahora a limpiar las cacas, ¿es que no hay ya ni barrenderos? Ni una tía buena alrededor, ¡vaya suerte que tengo! Pero, ¿cómo va a haber alguien a estas horas? Si seré idiota, estarán en sus casas, tan ricamente – Deja de mirarme, cabroncete, ¡tú si que vives bien!, pero…, se te va a acabar, ¿sabes?, el verano que viene te mando a la perrera, ¡hay que producir, macho!, ¿qué te habías creído, que voy a aguantar a la abuela y, además, a ti?- Sí, Martita, lo pasará mal pero…, se le olvidará. Además tú cada vez eres más feo y…, más grande. – ¡Venga, termina de aliviarte ya, cagón! ¡Sí!, ¡sí, es a ti! y… ¡deja de mirarme ya y de mover la colita!, ¿es que no sabes hacer otra cosa? ¡Ya está bien, a casa!