Noticias acerca de ‘ Antonio Pérez Gallego ’

La bolsa de plástico, de Antonio Pérez Gallego

La bolsa de plástico
de Antonio Pérez Gallego

Hace tiempo que observo como las bolsas de plástico que facilitan en los supermercados se han venido haciendo más pequeñas. Tanto como para que algunos artículos no entren con facilidad y lo suficiente para no poder ser reutilizadas en los cubos de basura, ocasionando, al tratar de estirarlas al máximo para cubrir por entero la boca de éstos, su rápido rompimiento; a lo que también contribuye su extrema delgadez (debe ser el signo de los tiempos austeros que atravesamos) Sabemos que debe restringirse su uso por aspectos medioambientales, que en otros países han sido sustituidas por papel, pero lo que aún no sé es por qué las hacen más pequeñas ¿Ahorro de costes? ¿Para inducirnos a comprar bolsas de basura específicas?

Hace unos días acudí a la tienda que acostumbro, en la que siempre empleo un tiempo mayor del que en principio he pensado destinar para hacer la compra. Ésta vez fue buscando un paquete de azúcar, además de las veces que estuve ojeando artículos que no necesitaba, algunos de los cuáles, como siempre, terminaron en mi cesta. ¿Cómo resistirse a los envites de la mercadotecnia, que escudriña nuestras débiles voluntades de compradores compulsivos?

El establecimiento comenzó a rebosar al tiempo que la música atronaba y se hacía insoportable. De modo que obedecí dócilmente la orden que se me encomendaba y me dirigí a una de las cajas para abonar mi factura, no sin antes haberse puesto en prueba mis reflejos y la calidad de mi estructura ósea por la maniobra “in extremis” que uno de los carritos inició súbitamente para cambiar de fila e incorporarse en una nueva que su poseedor creyó más desocupada, aliviando su espera y, por tanto, la optimización de su tiempo y de los recursos disponibles (para que luego no digan los mandamases de las empresas que no seguimos sus postulados)

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La autoridad hay que ganársela, de Antonio Pérez Gallego

La autoridad hay que ganársela
de Antonio Pérez Gallego

No hace falta ser un agudo observador para darse cuenta de las veces que los niños, desde una edad muy temprana, preguntan insistentemente sobre aquello que no entienden o que suscita su curiosidad, y la cantidad de ocasiones en que los mayores eluden una respuesta a la altura de su comprensión zanjando el asunto con una evasiva, respondiendo con vocablos que ignoran o dejando para más tarde (o para nunca) los temas “más delicados”. Los niños, por ser niños no son estúpidos, y dependiendo de cómo seamos capaces de cubrir sus expectativas volverán a preguntar o terminarán por callar y hasta averiguar por su cuenta lo que quieren, a veces de los demás niños más avezados y de un modo que probablemente no sea la mejor respuesta o, como mínimo, adolezca del planteamiento sereno y formativo que a sus tutores cabe suponer.

Educar no es fácil – como no lo es informar o transmitir una idea de modo imparcial, sin sesgos – y la responsabilidad que se asume es mayor cuando se trata de una mente que se está moldeando. Sabemos de la repercusión que tendrá en el futuro lo que se aprende en los primeros años, máxime si la sabiduría proviene de aquellos a quienes se quiere y admira. Es por ello que imperativos como “porque sí” o “porque lo digo yo” no ayudan, precisamente, al desarrollo del menor ni a fomentar el interés por la cultura o el estudio (a eso unimos el hecho de apaciguar sus travesuras domesticándoles con una televisión que no se apaga en todo el día hablando de los devaneos de la Belén de Ubrique)

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Otro mensaje más de fin de año, de Antonio Pérez Gallego

Otro mensaje más de fin de año,
de Antonio Pérez Gallego

Cumpliendo fielmente con lo acostumbrado en estas fechas, los medios de comunicación nos informan de todos aquellos eventos más significativos ocurridos durante el período, en una búsqueda de lo más relevante y hasta sintetizar en una sola frase o idea una tendencia característica definitoria y singular de una etapa que concluye (aunque muestro mi escepticismo ante particiones que no signifiquen una continuación), aquello por lo que será posteriormente recordado el año o la década. Para ello, distintos personajes son consultados acerca de lo que a su juicio y en el ámbito de su especialización debe ser destacado.

El auge y acceso universal a la información, la reiteración de determinadas noticias y la formación de una conciencia y preocupación generales, muy probablemente acabarán por relegar a un plano cada vez más irrelevante la particular idiosincrasia de espacios o territorios menores.

La repercusión y alcance de esta centralización, la exclusión y posible pérdida de identidades, acaso sea el precio que tengamos que pagar en el camino que hemos emprendido hacia la universalización de todos los ámbitos de la vida pública.

Sin negar el beneficio de una sensibilización popular en la demanda y solución a los problemas de la humanidad como la pobreza, los derechos humanos o la conservación del planeta, – de primer orden y que deben ser asumidos no sólo por quienes ejercen la representatividad y poder de decisión, sino también del individuo, organizándose e influyendo en las políticas a seguir – no debemos descuidar el legado de una cultura rica en matices.

En este momento, en el que somos invitados a reflexionar acerca de lo que es o ha sido el año que termina, siendo víctimas de una síntesis con fines comerciales (incesantemente bombardeados por listas sobre los mejores libros del año, las mejores películas o los mejores discos) y hacemos una valoración sobre nuestro pasado reciente, nuestros anhelos o deseos cumplidos y, también, encontramos un momento para disculparnos sobre aquello que nos propusimos y no llegó a término y, con ello, identificamos las metas para el año próximo, debemos demandar, junto con las soluciones más acuciantes y los retos que deben asumirse necesariamente, un lugar de realización y búsqueda de lo propio. Todo debe tener cabida



La Recreación artística de la Fiesta Nacional, de Antonio Pérez Gallego

La recreación artística de la fiesta nacional
Antonio Pérez Gallego

Se recrudece el debate entre partidarios y contrarios de la fiesta nacional y, con ello, el trato infringido a los animales – al escribir el sustantivo me trae a la memoria su marcado acento peyorativo – y la apreciación sobre aspectos tan controvertidos como arte, cultura, tradición o, lo que es más determinante, la prohibición como límite a las libertades.

Admito conscientemente la ingesta indiscriminada de seres vivos de la que participo activamente, excepción hecha de aquellos con los que mantengo una relación más cercana y que coincide con su ausencia en los expositores de los mercados que frecuento, comprendiendo que ciertas decapitaciones no se circunscriban al ámbito privado, incluso si se realizan con la dignidad y maestría de un profesional anónimo o de un “cachivache” inventado al efecto. De cualquier forma, muestro mi debilidad ante lo que se convierte en un rico manjar y que tiempo antes tuvo vida propia, quedando así cubiertas nuestras sensibilidades y alimentado nuestro cuerpo que, no olvidemos, alberga un alma única entre las especies – aunque aún no se haya averiguado su ubicación –, un corazón que no es un órgano común – cuya disposición y expectativas supera ampliamente su configuración como materia y sus funciones orgánicas – y una inteligencia que, según parece, nos identifica y distingue ampliamente del resto de especies; justificándose, sobradamente, cualquier trato que causemos a quienes, por otra parte, han sido concebidos con el único objeto de abastecer suficientemente a estos seres tan extraordinarios entre los que con orgullo me encuentro.

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Un Alma Cándida, de Antonio Pérez Gallego

Un Alma Cándida, de Antonio Pérez Gallego

Ya casi es navidad y acabo de decidir que, hoy mismo, empezaré mis buenas obras,  ¿para qué esperar más? Comenzaré por dar las vueltas que me sobran del café y el tabaco a todos esos vagos que no paran de pedirme una limosna en todos los pasos de peatones. ¡Cada vez son más, tenían que hacer algo con toda esta gente!, cómo si no hubiera nada que hacer? Bueno…, es igual, si no lo necesitan, allá sus conciencias. Seré ingenuo, seguro que ganan más que yo, ¿cómo si para mi fuese todo tan fácil? Y ahora vienen las cenas en casa de los suegros, con los amigos, a algunos sólo los veo una vez al año, ¡menudos amigos!, pero, ¡claro!, si no vas…luego quedas mal. ¡Ah!…, los regalitos, y a mí, ¿quién me regala? Siempre con lo mismo: “como tienes de todoooo…” ¡Que sabrán ellos lo que tengo!

–        Marta, ¡ya sé lo que vamos a comprarle a la niña!, ¿te acuerdas del perrito que tienen los del cuarto? Sí, ese de color blanco, tan bonito, ¿de qué raza es?

–         Y yo qué se, ¡a mi déjame de perritos, lo que nos faltaba!

–         Desde luego como eres…con la ilusión que le haría a Martita

Un mes después…

Desde luego, ¿quién me mandaría a mí? Marta, como siempre, está ocupada. Siempre con sus cosas…, que si la cena…, que si tengo que limpiar el baño, que si esto…, que si aquello, ¿qué hará durante todo el tiempo que tiene? Seguro que se pasa todo el día de cháchara, cotorreando con las amigas y viendo Telecinco. Sí, dice que trabaja, pero a las tres de la tarde ya está en casa, en cambio yo…todo el día aguantando. Además, si trabajara tanto como dice no se habría puesto como se ha puesto, y luego dice que si ya no la miro… ¡A la oficina la mandaría yo! ¡Cómo se lo montan las amas de casa! Pero a mí, de mí, ¿quién se hace cargo? Todo el día aguantando a unos y a otros, y encima, ahora, a sacar al perrito – ¡Termina, ya chucho, que cada día tardas más! – Con el frío que hace, ¿qué mirará ese?, a lo mejor se cree que me voy a poner ahora a limpiar las cacas, ¿es que no hay ya ni barrenderos? Ni una tía buena alrededor, ¡vaya suerte que tengo! Pero, ¿cómo va a haber alguien a estas horas? Si seré idiota, estarán en sus casas, tan ricamente – Deja de mirarme, cabroncete, ¡tú si que vives bien!, pero…, se te va a acabar, ¿sabes?, el verano que viene te mando a la perrera, ¡hay que producir, macho!, ¿qué te habías creído, que voy a aguantar a la abuela y, además, a ti?- Sí, Martita, lo pasará mal pero…, se le olvidará. Además tú cada vez eres más feo y…, más grande. – ¡Venga, termina de aliviarte ya, cagón! ¡Sí!, ¡sí, es a ti! y… ¡deja de mirarme ya y de mover la colita!, ¿es que no sabes hacer otra cosa? ¡Ya está bien, a casa!