NATY ABASCAL… Lara de Tucci
De Redacción | 13. mayo 2013 | Categoría: Clásica, En Portada, Opinión | Sin comentarios » ComparteTweetLara de Tucci | Raras veces me entretengo en hojear las revistas llamadas “del corazón”: la falta de tiempo me impide algún que otro entretenimiento de esos que relajan con curiosidades referidas a las personas conocidas de nuestro mundo. Pero casi siempre que lo hago, como lo que me agrada de tales publicaciones son las noticias que tratan de personas con depurado y correcto estilo, en ocasiones reparo en una mujer de fascinante imagen y que, en su entorno, tiene fama de ser una trabajadora incansable en el terreno que le es propio: el de la alta costura.
Me estoy refiriendo, como el título de este artículo ya lo indica, a Naty Abascal, asidua en las páginas de las revistas especializadas que he citado; quizá por su innato atractivo, quizá también por su exquisito refinamiento y quizá igualmente por ofrecerle a los lectores una personalidad nada común, generalmente hablando, en el mundo que es propio de las féminas.
No tengo el gusto de conocer personalmente a Naty, una mujer delicada en sus formas, y, como no veo televisión, sólo sé de sus rasgos personales lo que se publica por ahí: que, entre otras cosas, en la vida no lo ha tenido todo tan fácil como pudiera pensarse si nos fijamos en su compostura ideal. Madre de dos hijos y abuela ya hoy de dos nietos mellizos, los que le ha dado su hijo Rafael, llegó a ser duquesa por su casamiento. Pero, circunstancias de la vida, el matrimonio resultó ser para ella una complicada experiencia. Dificultosa experiencia, aliviada, eso sí, gracias a la descendencia que tuvo de ese mismo matrimonio, y de la que supo salir poco a poco después. Una condición esta, la de madre de positiva actitud, que ennoblece más si cabe su personalidad de dama que se sobrepone a los momentos difíciles, a los momentos de complicada resolución.
Precisamente, Naty Abascal dice de ella misma que su mayor triunfo es el de haber sido madre, y siempre acordándose -detallada también con su fe- de darle gracias a Dios por ello y por otros muchos motivos de agradable naturaleza en el plano familiar y, también en el personal. Motivos que pueden ser, por ejemplo, el de sentirse feliz con pequeños detalles y el de estar dotada de un incombustible amor al trabajo; sin darle al cuerpo un descanso fuera de los esenciales para reponer fuerzas. Incluso en casa -como confiesa en alguna entrevista- no puede estarse quieta. Pues su eficaz actitud la lleva a estar de continuo ordenando las cosas del hogar; leyendo para estar informada, sobre todo de los asuntos de su “mundo” de la moda, e ideando compromisos para ayudar a quienes necesiten que se haga algo por ellos.
Y en ese noble concepto por ser operativa, tiene ella a orgullo llevar una dieta sana e incluso aprovechar los gimnasios de los hoteles que frecuenta. Su figura física, desde luego, no puede presentar mejor retrato ni una imagen más estilizada de una mujer que ya es abuela. Imagen que realza “glamourosamente” (término inglés que se emplea con frecuencia hoy en la esfera social que pisa) cuando viste modelos de alta costura; de esos que para ella confeccionan en exclusiva Óscar de la Renta, Valentino y otros modistos de talla mundial, de quienes se aprecia ser íntima amiga.
Por otra parte, Naty Abascal bien podría considerarse una mujer de la Marca España. Pues además de ser buena amiga, como sabemos, de la propia duquesa de Alba, incluso en la Hollywood de otros tiempos llegó a formar parte de un círculo de amistades de fama mundial donde estaban Gary Cooper, Kirk Douglas y Steve McQeen entre otras celebridades. Asimismo, cuando viajaba a la ciudad de Nueva York, se relacionaba con Salvador Dalí (pintor del que ahora podemos ver una muestra en el Museo Reina Sofía, de Madrid) y Nureyev entre otros personajes de fama; quienes contaron con su amistad de mujer siempre refinada y dispuesta a dejar constancia de una forma de ser, la suya; con la elegancia, entre otros valores femeninos, como bandera de su positiva y española distinción.