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CARNAVAL DE IDA Y VUELTA… Lara de Tucci

Lara de Tucci | En el inicio de la Cuaresma, de nuevo nos encontramos inmersos en otro “carnaval”; distinto, eso sí, del que hemos dejado atrás hace tres días escasos, camuflados durante setenta y dos horas en apariencias inusuales y camufladas las maneras de pensar y los mismos caracteres bajo los más variados disfraces.

Todo, como queriendo decir, al tiempo que la diversión se alargaba hasta el cansancio, que otras formas de vida pueden tener lugar en los individuales modos de entender la existencia humana. Sirviendo los disfraces para engañar y confundir a los demás con identidades extrañas, y que son, en ocasiones, menos carnavalescas que aquellas que identifican realmente a los que hacen uso de la mascara e, incluso, identifican a cuantos se entusiasman con ver los desfiles por calles y plazas.

Apariencias inusuales que se adoptan reagrupados en pasacalles, murgas y charangas, y que, armados de burla los intervinientes, hasta se someten a dictámenes de jurados que calificarán los diferentes aspectos festivos y aliñados de argucias que se montan para no caer en la cuenta de que la mayoría de los miembros de la sociedad se desenvuelven, durante los trescientos sesenta y cinco días del año, en un continuo torbellino de acondicionamiento artificial; alimentado y sostenido por caprichos y vanidades, y tal vez propiciado por líderes figurones; por unos personajes bien conocidos de todos y que a casi todos embaucan, muchas veces con una facilidad que ni ellos mismos, en el ejercicio de sus habilidades instrumentalizadoras, se proponen.

Todas las capitales españolas, aunque con diferenciación de modos y costumbres, han vibrado en sus respectivas vías urbanas con la puesta en escena de populares y polifacéticas parodias interpretadas por máscaras; cuyas representaciones, como ocurre siempre en estos casos, los públicos han hecho suyas con sumo placer. Y eso que siempre hay parodias que son imitaciones burlescas que se escenifican para ridiculizar, llegando a veces al escarnio, a colectivos enteros y, por ende, a personajes con más o menos representatividad en el pueblo y en las instituciones.

Y aunque se dan casos de actuaciones con estilosas maneras de delicadeza y respeto para con los personajes imitados; en ocasiones, las mofas, críticas y “denuncias” figurativas son actuaciones habilitadas con actitudes de chabacanería que, tras ser vistas por los públicos, dejan en las mayorías de las gentes cierto regusto por servirse de las mismas con el fin de zaherir también sin ningún respeto a quienes las máscaras han mostrado con estudiado sarcasmo.

Pero toda la crítica y la burla, pasadas las fiestas, bien puede decirse que se las merecen igualmente las máscaras y los mismos espectadores -léase la sociedad de hoy- cuando, al guardar las indumentarias carnavalescas, aparecen precisamente esas figuras que durante la mayor parte del año se desenvuelven en una existencia llena de despropósitos, y que, en las sinrazones, hallan el caldo de cultivo para las extravagancias, las desidias, la carencia de edificantes compromisos y, por consiguiente, el abandono de observancias de una positiva conducta. En definitiva, de esas honrosas maneras que el mundo tanto necesita para mejorar la convivencia humana.

Así las cosas, el esperpento de un “carnaval” fuera de su tiempo, casi nos es familiar por tratarse de la condición del hombre, siempre imperfecta y, en ocasiones, carente de sentido común. Aunque tales defectos los identificamos erróneamente en la práctica cotidiana como juiciosos y sensatos razonamientos.

Todo lo cual forma el fenómeno que se critica camuflados tras las caretas y arropados en el estruendo y el jolgorio festivo. Es como si, en el plano individual, cada máscara pretendiera durante tres días dejar de interpretarse así misma en los escenarios nada correctos, que también los hay, de la existencia real. Puesto que, una vez celebrado el Carnaval, se encuentra incapacitada para ello a causa de la cotidiana dinámica que, imparable, todo lo envuelve. La dinámica que imponen muchas formas de vida absurdas y desordenadas, y poco menos que generalizadas.

Como si los progresos de toda índole de los tiempos actuales manipularan y desfiguraran la personalidad de quienes se sirven de ellos. Atentos los individuos, generalmente hablando, solo a las banalidades que alimentan las apariencias; las que se escenifican con amañado arte y se presencian con placer durante los tres días de Carnaval, creyéndolas banalidades que únicamente aquejan al prójimo.



BAÑOS ÁRABES DE JAÉN… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Haciéndome eco de la Feria del Turismo (FITUR), que estos días se celebra en Madrid, me complace publicar en MARTOS AL DÍA un comentario acerca de uno de los muchos atractivos turísticos que hay en la provincia del Santo Reino. Se trata de los Baños Árabes de la ciudad de Jaén; cuya singularidad cabe de lleno en la faceta del Turismo Cultural, que se promociona desde hace años como alternativa a la de Sol y Playa.

En lo de ofrecerle atractivos culturales a los visitantes, Jaén capital, desde luego, no sólo no se queda a la zaga de otras partes de Andalucía, sino que incluso las sobrepasa en ciertas referencias. Tales son los casos de la Catedral renacentista, el Castillo de Santa Catalina y los Baños Árabes, amén del propio Museo Provincial.

Pero yo resalto aquí, por ser una construcción que recuerda y promociona el estilo andalusí, los Baños Árabes, como he escrito más arriba. Que están situados en el palacio de Villardompardo, un edificio que se construiría sobre ellos, como tratando -sin proponérselo los constructores del mismo- de salvaguardar para nuestra admiración y para admiración también de las generaciones que habrán de seguirnos, la obra más importante de este género existente en España y tal vez en toda Europa. Obra justamente ganadora, tras ser redescubierta y restaurada, con el Premio “Europa Nostra” en 1984.

Son los Baños Árabes jiennenses un lugar mágico en la capital del Santo Reino y son, sin duda, depositarios de enigmáticas historias de los siglos, IX al XIII, los del apogeo y el declive de su uso. Pues el edificio en cuestión era un lugar de encuentro de lo más selecto de la sociedad árabe de Jaén en aquel período de la Edad Media. De gentes que se reunían en sus salas para relacionarse, impulsadas por el prestigio que los baños públicos tenían para los musulmanes cultos.

Al respecto, téngase en cuenta además que los Baños Árabes era una edificación civil de bastante renombre en la época, estando equidistantes de las dos principales mezquitas (aljamas) que había en Jaén: que se localizaban donde hoy se hallan la Catedral y la iglesia de la Magdalena.

Nótese, de la misma manera, que los encuentros de aquellos antiguos moradores de Jaén en los Baños Árabes se realizaban, principalmente, siguiendo las nobles recomendaciones del profeta Mahoma: “limpieza para el alma y para el cuerpo”. Y hay que suponer que las conversaciones mantenidas por los usuarios girarían en torno a aspectos referentes a las conquistas y reconquistas de aquellos años; a las batallas que las propiciaban, y, también, sobre los hábitos, las costumbres y la cultura popular de una sociedad que estaba dotada de rasgos refinados, y que dejó en nosotros un considerable cúmulo de manifestaciones y de particularidades en casi todas las facetas del saber.

Por eso incluso es fácil imaginar dentro de los baños, entre sus columnas de liso fuste y bajo los arcos de herradura que realzan su arquitectura, a cadíes, alfaquíes y almocríes, así como a otros personajes influyentes de la ciudad, discerniendo y debatiendo igualmente, con la fina cortesía que les exigía su fe, acerca, por ejemplo, de los pasajes del Corán, de la doctrina expuesta en ese su libro sagrado y, también, sobre otros temas y asuntos de moda del tiempo aquel.

Y con ese alarde imaginativo, estimulado sobre todo por la edificación, captar y hacerse eco, siquiera profanamente, de las explicaciones y aclaraciones que se dieran mutuamente los contertulios que aparecerían envueltos en los tenues rayos de sol penetrantes con dificultad por las lucernas en forma de estrella allí existentes y que hoy todavía nos seducen. Orificios, por otra parte, que dejarían escapar, también con dificultad, el vapor de agua caliente empleada en las abluciones.

Pero al margen de todo eso, los Baños Árabes son, en sí mismos, una permanente muestra cultural de la Jaén de hoy, muy apropiados para ser reclamo turístico de primer orden. Compruébelo el lector, si no, y acérquese a ellos con el mismo interés con que lo hacen los que vienen de fuera de nuestra provincia e, incluso, del extranjero. Y ya en el apoditerium o vestíbulo de los mismos podrá quedar satisfecho con las imágenes, siempre recreadas en el pensamiento, de marlotas y almalafas, de aljubas y de chilabas allí colgadas o puestas sobre alhamíes. Prendas pertenecientes a unos usuarios que estarían relajándose en el tepidarium o sala de agua templada. Estancia que era también espacio para transmisiones orales de historias y leyendas que, para nuestra mentalidad, tienen el encanto de lo hermético o escasamente aclaratorio, con el aderezo de sus creencias mahometanas y sanas costumbres, entre las que el reposo y el sosiego del alma constituían el fundamento de otros valores sociales y espirituales. Pero hay que imaginarse todo esto haciendo excepción del fundamentalismo integrista de ciertos sectores mahometanos de nuestro tiempo.



MAREAR LA PERDIZ… Lara de Tucci

Lara de Tucci |No sé si se acordará el lector de que, estando Mariano Rajoy en la oposición, no había debate en el Congreso en el que no le lanzara a Zapatero la frase que da título este artículo: “marear la perdiz”. “Para salir del atolladero en el que nos encontramos, señor Presidente -le dijo desde el estrado en una ocasión-, usted no hace nada positivo; usted no hace más que marear la perdiz, y así no vamos a ninguna parte; así estaremos los españoles en crisis permanente”.

¡Claro que Zapatero mareaba la perdiz en el tema de la economía, esperando, pero sin creérselo, que los problemas se irían resolviendo por sí solos y volverían a crearse puestos de trabajo! Cómo no iba a marear la perdiz, había que haberle dicho al señor Rajoy, si coger el toro por los cuernos (léase aplicar recortes donde hubiera sido necesario, con otras medidas por el estilo) habría sido para él y para todo el equipo de Gobierno que presidía una vergüenza política, un descrédito mayúsculo, dadas las alarmas sociales que habría creado.

Alarmas que estamos viviendo desde que el actual jefe del Ejecutivo tomara las riendas de la gobernabilidad del país hace ya más de un año y se arremangara para abordar cuanto desde el Gobierno creen necesario para dejar atrás, aunque sea a pasos de tortuga, esta crisis antes de que se haga crónica y acabe definitivamente con el llamado “estado del bienestar”.

Porque se pueden llamar alarmas, y de considerable magnitud, las que están provocando infinidad de huelgas, numerosas manifestaciones y protestas -unas diez diarias solo en Madrid-, con sabotajes en el Metro incluidos e, incluso, concentraciones en torno al edificio de las Cortes, y amenazas de tomarlo. En lo que cabe añadir que todo esto se magnifica, principalmente, por ser el PP el que ostenta la mayoría en el Congreso y ser un Gobierno de dicho grupo el que está actuando, quizá con bastante precipitación, eso sí, y no se sabe sin con acierto, de acuerdo con las exigencias que le imponen la cruda realidad de las cuentas públicas y el déficit que arrastramos.

El Gobierno de Zapatero aguantó algo tales efectos alarmantes de las inquietudes sociales. Pero ni mucho menos en las proporciones que están desgastando a Rajoy. Y ahí puede estar la “prudencia” del anterior Presidente en su postura de solo “marear la perdiz”. Pues él, tras iniciar su segunda legislatura, ya había tomado la decisión de no volver a presentarse a unas elecciones. Y, en ese sentido, pensaría que era mejor para su propia imagen política dejarle el marrón de las duras medidas a tomar a quien le sucediera; ya fuera alguien de su mismo partido si el PSOE volvía a tener el Poder -tuvieron la suerte de que no fue así- o a Rajoy si el PP lograba la mayoría.

Bien sabía Zapatero -vuelvo a recalcar- lo que había que hacer para contrarrestar los estragos de la crisis económica. Pero las medidas a tomar, ya lo estamos comprobando, eran muy complicadas; tan complicadas, que, pensaría él, era mejor salir de la situación parcheando -mareando la perdiz- y que la impopularidad recayera sobre el que viniere detrás. Por esa posición suya, según todos los indicios, tuvo que salir Solbes del Gobierno.

Así es que Rajoy y su equipo están teniendo que poner en práctica, para intentar crecer y que el empleo comience a despegar en la medida en que todos los españoles deseamos, una serie de ajustes que nos tienen soliviantados a los ciudadanos. Ajustes en Sanidad; en Educación; en infraestructura varias; en las prebendas de los cargos públicos, y prescindiendo de algunos de esos cargos; en el control de las horas de trabajo de los funcionarios, con la eliminación de la paga extra de Navidad y el despido de muchos, sin renovación de los contratos laborales; etc. etc.

Ajustes y recortes que vienen provocados muy especialmente, todo hay que decirlo, por los exagerados déficits de las autonomías; cuyos gobernantes, generalmente hablando, han estado despilfarrando sin control hasta salirse alegremente de los presupuestos. Pero también, los errores en las administraciones de ciertos bancos y de las cajas de ahorro, beneficiándose después con rescates, han sido culpables de que las cuentas del Estado se hallen bajo mínimos. De ahí, todo ese conjunto de medidas de enorme calado impopular, que, para llevarlas a la práctica hay que estar muy seguro de que son las más idóneas para salir de la crisis. Y aun así, tener el pulso firme y no pensar en la pérdida de popularidad para el que las ejecuta, como presidente del Gobierno, ni para todo el grupo político que lidera.

Que esto último fue lo que le impidió a Zapatero, que nadie lo dude, actuar adecuadamente en su segunda legislatura (en la primera se encontró con unas cuentas saneadas por la gestión de Aznar), cuando las constructoras empezaban a dar avisos de insolvencia y una tras otra caían en el pozo de la recesión arrastrando consigo a otros sectores de la productividad y acumulando trabajadores en las oficinas del INEM.

Por otra parte hay que convenir que si Zapatero hubiera actuado a su tiempo con la crisis económica, dando los pasos adecuados progresivamente, las medidas que está tomando Rajoy no tendrían que ser tan dramáticas, al venir solucionándose los problemas paso a paso, conforme los pésimos índices económicos estaban reclamando.



ICONOS DE INTIMIDAD… Lara de Tucci

Lara de Tucci | No hay cultura sin lectura, ni nadie podemos desarrollar la poca o mucha cultura que tengamos si dejamos los libros aparcados lejos del alcance de nuestra vista y desconsideramos los mensajes, las ideas, los datos y las historias que atesoran. Bien entendido esto que digo cuando se trate de libros que sean portadores de positivos valores.

Con estas palabras inicié la presentación de mi libro ICONOS DE INTIMIDAD el pasado día 2 de diciembre en la Casa de la Cultura de nuestra localidad. Presentación en la que me precedió, con su gran estilo, Ramón López, nuestro locutor, y presentación que cerró Juan Moreno Miranda en representación de las respectivas Juntas de Gobierno de las cuatro cofradías que hay en las Trinitarias.

Pero como han sido muchas las personas que se han disculpado por no asistir al acto argumentando que no habían tenido noticias del mismo (cosa algo extraña, pues desde la referida Casa de la Cultura hacen pública la propaganda de todos los eventos que organizan), me permito ahora escribir a modo de artículo en “Martos al día” lo que dije en tal ocasión; que rezaba así:

He venido a presentar este libro a Martos con la ilusión que me produce el hecho de que el importe que se recaude con su venta sea para restaurar la puerta de la iglesia de las Trinitarias; cuyo santo recinto me es tan entrañable y querido desde la temprana niñez.

El libro recoge diferentes poemas, habiéndome sido un ramillete de ellos inspirado por imágenes sagradas de Martos; imágenes que los cofrades de las distintas Hermandades (hay que reconocerles a ellos esa labor llena de inquietudes, más que sociales y culturas, auténticamente religiosas); repito, imágenes que los cofrades tienen en perfecto estado de revista, y que nos sirven como estímulos para reavivar la llama de nuestra fe; que duerme o, cuanto menos, se adormece con frecuencia encandilada por otros motivos que no viene al caso citar ahora aquí.

Pero aparte de los poemas religiosos hay también otros que están inspirados por diferentes temas instalados igualmente en la galería de mi iconografía interior; en los registros de mi forma de pensar y en mi manera de entender los episodios de esta vida nuestra, tan complicada a veces. Episodios que, aunque quisiéramos que todos fueran de agradable componenda social y humana, por circunstancias varias nos encontramos con otros que se presentan revueltos de sinsabores, desengaños, frustraciones y desvelos. Produciendo entonces en nuestra existencia vivencias nada placenteras; las cuales, en mi caso particular, me llevan a plasmarlas con tristeza en el papel; aunque, desde luego, también plasmo las de sintonía agradable; éstas, por cierto, con animosa satisfacción.

Tales poemas, que yo recojo en el apartado de “Iconos de otra naturaleza” y que espero y deseo que sean, como todos los del volumen, del agrado de los lectores; refieren, respectivamente, las llagas de fe en el alma de Santa Teresa. Los terribles atentados del 11-M en Madrid, con el desconcertante y sobrecogedor ruido de la profusión de sirenas llenando los espacios ambientales de la Capital. Las campanas de la Virgen de la Villa, que cuando suenan al unísono ponen en la atmósfera marteña ecos de musicalidad, muy agradables para mí, que se pierden cadenciosamente entre los extensos olivares. La joven que va creciendo con el abandono, lógicamente, de las vivencias de niña, llega a contraer matrimonio y después se separa, dejando un hijo sin el amparo de una familia estable. El canto gregoriano, que suena entre ojivas, bóvedas y capiteles, y que recrea el alma hasta que ésta se siente inundada de sublimidad. Los sonetos a los hijos de SS. MM. los Reyes, en agradecimiento a la monarquía por su enorme apoyo a las libertades públicas; estos sonetos ya los publicó la desaparecida y recordada revistita “Día a día”. Los perfumes del jazmín y de la dama de noche, que despiertan pasiones que pudiéramos considerar eróticas, aunque de un erotismo de depurados sentimientos, que muy bien pudiéramos considerar platónicos. La paternidad del olivo, ahora que celebramos la Fiesta de la Aceituna, árbol de nuestros paisajes, como igualmente de nuestros sueños laborales y, por qué no decirlo, de nuestros anhelos materialistas. Los parados, deambulando por nuestra Plaza antes de que comenzaran a emigrar en diáspora multitudinaria; parados, sí, pero entretenidos con la música de los conciertos domingueros que entonces se daban en dicha Plaza. El joven que, lamentablemente, cae en la trampa de la droga y se da cuenta del error cometido. Y, en fin, otras composiciones poéticas cuyos temas también cuelgan en mi iconografía interior, como vengo diciendo.

Como cuelgan las historias de los dos relatos cortos que hay en el libro. Uno, “El periquito y la rosa amarilla”. El periquito, una avecilla, criatura de Dios -que diría el pobrecillo de Asís-, que realmente existió y que yo mismo enterré junto a un rosal. ¡Qué vivencia, Señor! ¡Qué vivencia! A lo mejor hay quien considera estas cosas infantiloides; pero ¡qué necesitado está nuestro mundo del sentir de los niños! ¡Oh qué necesitado está de ello! Aunque lo bueno, lo realmente positivo es que este relato de “El periquito…” termina con un canto a la esperanza.

Y con un canto también a la esperanza, esperanza llena de sublimidad, termina el otro trabajo en prosa, “Viaje a la eternidad”. El cual está dedicado a la estación de Martos. Y, aparte de referir de pasada el abandono de la misma -abandono que será motivo de nostalgia aún en el presente para muchos-, cuenta una historia de unas personas mayores de los años 80. Una situación que, de algún modo, puede darse todavía hoy en bastantes personas de la tercera edad, aunque con problemáticas diferentes, pero de idéntico dramatismo.

La historia de los protagonistas de la obra, Marcelo y Remedios, finaliza en las ruinas de la estación marteña, aunque no cito la localidad. Terminando el relato con una escena tremenda; mas mitigado el dramatismo con unos rasgos de esperanza sublime, como referí antes, por estar sostenidas tales personas una gran confianza en la eternidad junto a Dios Padre.



UN “MAELLA” PARA ESTA NAVIDAD… Lara de Tucci

Lara de Tucci | En el trascoro de la Catedral jiennense, que proyectó José Gallego, el cual realizó otras obras en el mismo recinto sagrado, y flanqueado por las figuras de Santo Toribio y San Lorenzo, se encuentra un magnifico cuadro de Mariano Salvador de Maella (1739-1819); un pintor cuyo nacimiento hay quien lo sitúa en Madrid y otros en Valencia.

Dicho cuadro, que está realizado con un correcto academicismo y con suaves tonalidades cromáticas, rasgos propios de este pintor, heredados, al parecer, del artista neoclásico alemán Mengs, es, quizá, la obra de arte que más atrae a los fieles y a cuantos, sin serlo, visitan el sacro monumento de Vandelvira. Los simples visitantes expresan así su reconocimiento por esta obra de Maella y la piedad popular de los creyentes manifiesta sus devociones de tal manera por las sagradas personas protagonistas de aquel misterioso acontecimiento ocurrido en Belén hace más de dos mil años.

La escena -el Niño, de pocos meses; la expresión de la Virgen; el Bautista, tierno infante también; etc.- se puede considerar como una prolongación en nuestros días del acontecimiento ocurrido en Judea que inició la era Cristiana. Constituyéndose también, por el mismo motivo, en estas fechas entrañables y para los que así acierten a verlo, en impronta acertada de la Navidad.

Pintor de cámara de Carlos III hacia 1774, con obras suyas en la Casita del Labrador (Aranjuez), en la Casita del Príncipe (El Escorial) y en el Palacio Real de Madrid, y con esa obra maestra igualmente suya, “Ánimas del purgatorio”, que se puede contemplar en la Academia de San Fernando; Maella tiene en Jaén su pintura recreadora de las mismas gratas vivencias que la mayoría de los hombres nos deseamos mutuamente por estos días, aunque las sintamos de otra manera: la serenidad que reflejan los personajes, el ambiente recogido y ordenado de la estancia y el espacio todo del cuadro henchido de esa armonía celestial que tendríamos que procurar los humanos para nuestro propio bien. Lástima que nuestros oídos no puedan escuchar los villancicos de los ángeles; que seguramente tendría Maella en su imaginación cuando se empleaba en el lienzo con exquisita maestría por medio de sus pinceles.

Desde el barrio de la Magdalena a Marroquíes Bajos, desde el Castillo de Santa Catalina a la Alameda, y aun desde toda la provincia jiennense se pueden captar apropiadas referencias para nuestra Navidad de la “Sagrada Familia”; cuadro muy apropiado para recreo de los que gustan del arte y muy particularmente para los creyentes durante todo el año. Pero que, en fechas tan significativas como éstas, se sitúa como colofón figurativo del sublime acontecimiento que recordamos y que los profetas del Antiguo Testamento ya venían anunciando muchos siglos antes de que aconteciera.

Precisamente, desde bastantes lugares de la provincia e impulsados por una fe simplista o por arraigadas supersticiones, las gentes que acuden a la Catedral de Jaén, antes de profundizar en lo sustancioso de la referida pintura -léase su destacado arte y su mensaje evangélico-, se ocupan en hallar las tijeras existentes en la canastilla de la Virgen en un intento de ser favorecidos por la tornadiza fortuna.

Pues bien. ¡Ojalá encontremos todos esas tijeras! y ¡Ojalá podamos tomarlas, siquiera un momento en estos días, para cortar con ellas las inútiles ligaduras que nos maniatan, nos entorpecen las nobles acciones que podemos tener e, incluso, nos incapacitan para fraternales compromisos de servicio a los demás porque no somos capaces de abordarlos ni medianamente siquiera por razones caprichosas y de vida acomodada en lo material!

¡Ojalá! Y así, libres de impedimentos intrascendentes, alegrar nuestros sentidos en la “Navidad” del cuadro de Maella; aunque lo contemplemos en un folleto turístico y lejos de su suntuoso emplazamiento. O, mejor todavía, alegrarnos en otra “Navidad; ésta, reproducida por los buenos propósitos. Entonces se harán realidad esos parabienes que nos deseamos entre sí y que se sostienen con rasgos de adecuada convivencia en época tan llamativa del calendario que, en el subconsciente, muchas gentes quisieran alargar para siempre.



¡CAVA ESPAÑOL!… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Desde días antes del fracaso de CiU y del propio Artur Mas en las elecciones catalanas del 25-N y algo mosqueados por la actitud del citado candidato, así como por la de otros políticos de su equipo y de los de ERC, hay quienes vienen lanzando la idea de que el cava y otros productos catalanes dejen de comprarse y de que en las consumiciones hogareñas del resto de España prescindan, en las ya próximas Navidades, de los alimentos provenientes de aquellas cuatro provincias.

Repito que las personas que se pronuncian así están, por emplear un término vulgar, mosqueadas, pero también bastante decepcionadas con los políticos de tres al cuarto, hasta el punto de que la decepción, sin reflexionar mucho lo que proponen, les hace arremeter contra todos los habitantes de aquella bendita tierra. Puesto que eso es lo que sería no consumir productos de Cataluña: arremeter con la entera sociedad de allí. Pero lo más curioso del caso no es que abominen de los catalanes en general o del cava y la butifarra, pongamos por ejemplo, en particular. Lo que les ocurre en el fondo es que el aprecio que sienten por aquella comunidad autónoma y por las cosas autóctonas de la misma les hace perder el norte al considerar que Cataluña pueda dejar de ser parte, llegada la consumación del desatino, de la gran familia hispana. Y, por tal motivo, les molesta el hecho evidente de que haya líderes que tan solo tratan a los ciudadanos con el engaño y las patrañas de la separación; obteniendo ellos particulares beneficios de líderes a costa de los ciudadanos así manipulados.

En opuesto sentido y por el mismo motivo político, otras propuestas han abordado el tema de los productos catalanes desde otro punto de vista y aconsejan que, en celebraciones y acontecimientos de resonancia, como pueden ser las fiestas navideñas, se brinde con cava español (¡”Cava español”!, levantando la copa, lo cual indignaría a los separatistas); ya que siendo Cataluña parte de España, todo lo que se produzca allí es genuinamente español; como españoles son todos los ciudadanos catalanes.

Es una opinión esta que tiene que enorgullecer a las grandes firmas, así como a las muchas familias que viven por y del cava; sobre todo en San Sadurní de Noya y Villafranca del Panadés; lugares donde hay grandes empresas que se han labrado un significativo prestigio en todo el mundo y no solo en España, con dedicación por generaciones a base de esfuerzos, de estudios e investigaciones enológicas, con los que han logrado unos productos de elevada calidad, cuyos extraordinarios resultados se pueden constatar con la facturación que consiguen: ¡140 millones de botellas al año! Y todo, gracias a gentes emprendedoras, cuyo único compromiso en el presente, lejos de opciones políticas que entorpezcan sus labores, es el del mantenimiento, el desarrollo y la transmisión en el futuro del prestigio de sus cavas, tan hábilmente elaborados.

Transmitiéndoles a los elaboradores del cava un mensaje de tranquilidad, las opiniones de que se brinde “¡Con cava español!” vienen a decirles que pueden estar seguros de que sus burbujas van seguir en los mercados de todo el territorio nacional y van a estar en las celebraciones más importantes que celebren la inmensa mayoría de los españoles; españoles que, por serlo, aman, elogian y disfrutan con todo lo que les da su tierra; ya sea la tierra catalana, la leonesa o la melillense, pongamos como ejemplos.

Como aman, elogian y disfrutan también con todas las cosas nacionales los que se han dejado llevar por irritaciones coyunturales y, a causa de las mismas, como refería antes, han propagado por ahí, incluso en algunos medios de comunicación, a modo de venganza infantiloide, que por Navidades no consumamos cava catalán. Y esto es, en mi opinión, un aviso que hay quienes lo comprenden, aunque por fortuna no sigan la recomendación. Un aviso que les puede valer para rectificar a los de CiU y a los de ERC; personajes ellos calcados a los de Bildu y del PNV en este sentido. Pues todos están cortados por el mismo patrón. A saber: tienen un espíritu raquítico, contrahecho, enfermizo y reduccionista.

Lo cual les lleva a soñar en mundos aislados y constreñidos en parámetros de escaso alcance, mundos donde es imposible la expansión de ninguna sociedad. Y lo curioso de este fenómeno es que, en los reducidos núcleos en los que pretenden dominar hay quienes creen que cercados en sus posiciones liliputienses pueden aspirar a las ventajas de la globalización en todos los sentidos y disfrutar de las mismas con el amplio margen con que las disfrutan los ciudadanos que apuestan por la plena y progresiva realización humana en el ámbito de la universalidad como único concepto que enriquecerá a los hombres si éstos no se anquilosan en el reduccionismo como aves de corral y despliegan las alas para percibir como águilas, desde lo más alto posible, el panorama de posibilidades que se les ofrece desde los distintos horizontes.



ASTUCIAS MANIPULADORAS… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Ya es archisabido, ya se sabe por activa y por pasiva que los astutos encuentran abonado el terreno para sus ardidosos engaños cuando quienes confían en ellos son unos necios cuya estulticia les tiene imposibilitados para discernir y sopesar los amañados mensajes que reciben sin cesar. En este sentido, bien podemos entender los proyectos secesionistas que sacuden a los ciudadanos de dos comunidades muy queridas de nuestra España; de dos comunidades de cuya españolidad nadie medianamente instruido en Historia duda. Pues España sería menos Hispania si le faltaran Cataluña o la Comunidad Vasca.

Pero claro, existen los astutos, los que pretenden situarse en el vértice de la representación popular para que sus imágenes sobresalgan por encima del resto de la ciudadanía. Astutos que, en política y en dichas comunidades sobre todo, acampan a sus anchas y a sabiendas de que sus mensajes no caen en saco roto cuando hay sectores de la población, como digo, que no se detienen a pensar -por falta de formación tal vez- en los retorcidos “recados” de quienes les hablan y hablan desde las tribunas o a través de ciertos medios de comunicación; medios de comunicación, en algunos casos, que se hacen ecos muy gustosamente, pues adolecen de las mismas tendencias demagógicas, de las instrumentadas astucias de los lideres separatistas, convirtiéndose así en heraldos de ellos, y sin cuyas colaboraciones quizá no serían tan hirientes para el resto de los españoles las campañas de ruptura que proliferan por ahí. Dándose el despropósito de que proliferan hoy en día -los astutos se aprovechan de lo que sea para maquinar a su antojo- asistidas por la crisis económica, por el paro denigrante y por la tremenda incertidumbre y la psicosis qua tales coyunturas provocan en la ciudadanía.

Claro que si los receptores de los mensajes de autodeterminación sopesaran los descalabros de toda naturaleza que tendríamos que soportar llegado el caso de la secesión, los astutos políticos, anclados en tal disparate terminarían por aparcar las sinrazones separatistas y dedicarse a trabajar honestamente para resolver lo que a vascos y catalanes en particular y al resto de los españoles en general nos interesa de veras: el mantenimiento del Estado de Derecho en unas condiciones esenciales para proyectarse en el futuro con garantías de solvencia ideal; a saber: la seguridad de los puestos de trabajo para todos los ciudadanos; una adecuada sanidad, donde la investigación esté continuamente apoyada por las instituciones, y una enseñanza idónea para procurar que las gentes de las próximas generaciones sepan desenvolverse mejor en libertad por haber alcanzado un grado de cultura necesario, que, en mi particular opinión, hoy deja bastante que desear.

Y en esto de un positivo grado de cultura necesario para todos tiene un papel esencial, como es lógico, el más esencial junto con el de la familia, la enseñanza en los centros educativos. Pero una enseñanza impartida con uniformidad de criterios en todas las comunidades autónomas; pues se están dando casos de que hay puntos muy concretos en nuestra geografía hispana, y no hace falta citarlos aquí, ya que están en la mente de todos, en los que la lengua española -¡qué filosofía la de este desconcierto!- está mucho menos valorada que la inglesa.

De tales desfases de la Cultura, pues, del menosprecio a una enseñanza unificada -¿están ambas cosas convenientemente estudiadas por los separatistas?- se valen los políticos de corte astuto para manipular a ciudadanos cuya estulticia o incapacidad para pensar no les deja entrever que hay quienes llegan a elevados puestos en la política con la única y ambiciosa intención de permanecer en ellos a costa de lo que sea. En este caso particular -y eso es lo que pretendo denunciar en este artículo- a costa de la voluntad manipulada de unos votantes poco reflexivos, y de otros sectores de la sociedad cuyos miembros creen tontamente que las divisiones internas garantizan los intereses, sobre todo los materialistas, de los ciudadanos. Cuando la realidad ya constatada nos dice que es en la suma de todos los nobles proyectos e intenciones donde se encuentra la solvencia para el porvenir de cualquier sociedad; aunque ésta, como es el caso de la española, se base en diferencias de variada naturaleza; pero que convergen perfectamente en el sentido de hacer de nuestra Patria un conjunto armónico de ilimitadas posibilidades en beneficio del bien común de los españoles.



HALLOWEEN… Lara de Tucci

Lara de Tucci | La noche de Halloween ha llegado. La importación que han hecho bastantes personas de las nuevas generaciones de españoles de esta fiesta que se desarrolla entre la broma y el terror viene propiciando que los días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos vayan pasando paulatinamente a un segundo plano (tan sólo el culto de la Iglesia y de las gentes piadosas nos los recuerdan), con el riesgo de terminar por olvidarse a causa de la corriente actual de la crisis de fe.

Pero si Halloween remplaza el cristiano recuerdo de los muertos en nuestra sociedad, que camina hacia el paganismo, no puede dejar por ello de instalar en las mentes de quienes así se divierten una nueva forma de acordarse de los que ya no están entre nosotros. Pues los captados por esta nueva tendencia de ocio no se acercarán a los cementerios, no, con una plegaria y un ramo de crisantemos para depositarlos frescos sobre lápidas y sepulcros; pero se sirven, sin ellos proponérselo, de la poca o mucha imaginación que les pueda asistir para traspasar con la mente la raya imaginaria que separa vida y muerte y situarse así en el lugar que ocupan los difuntos. Y una vez en ese mundo imaginado, recrearse con historias que incluso les llevan a creer en la existencia, valga la redundancia, de los muertos vivientes.

Y entre tales “seres” vueltos a la vida, los zombis, encontrar motivos en los que ocupar unas horas, durante las cuales los espacios funerarios se localizan fuera de los camposantos y de los tanatorios y se instalan en otros ambientes, animados por creencias que menosprecian aquellas posturas tradicionales de seriedad y recogimiento ante la muerte; unas posturas que la consideran como trance a superar para posicionarse -como dice una emocionante canción de la propia Iglesia- en una “vida más clara y mejor”.

Por eso, como digo, en la celebración de Halloween, también está la muerte. Con lo cual ni de broma nadie escapa de su poderoso influjo. Y como si la ahora divertida noche de Todos los Santos fuera una suplantación de la del santoral romano, los difuntos se “encarnan” y “protagonizan” situaciones fantasmagóricas como para recordar y actualizar que las realidades (?) inconsistentes habitan entre nosotros. Claro que todo esto viene habilitado por la deformación que del “más allá” se viene haciendo para montarlo en nuestro mundo con estampaciones y vivencias que luego se olvidan hasta otro año; como ocurre, por ejemplo, con el carnaval.

En Halloween no hay misas de difuntos; quienes lo celebran no saben orar por los que Dios llamó a su lado. Pero ellos tienen sus “muertos vivientes”, ya que los hechiceros o sacerdotes “vudúes” del Caribe así lo quisieron. Son cuerpos de muertos que deambulan en las noches oscuras yendo de acá para allá y regresan a las tumbas poco antes del amanecer; son “seres” de miedo y de terror”; “seres” espantosos que se hacen los encontradizos con las personas; las cuales, si se topan con ellos, quedarán sobrecogidas de pavor y sin aliento para desasirse de un misterio envuelto además en historias al límite de la locura, de la maldad y asociadas a provocaciones que organizan los dichos “vudúes” para la celebración de la nombrada fiesta. Entre nosotros, en el presente, una más del calendario cuando se resiente la fe cristiana.

Por otra parte, Halloween se ambienta y dinamiza con tatuajes de calabazas a modo de calaveras; vestimentas de mortajas; sudarios hechos jirones; caretas de esqueléticos semblantes; trenzas y pelucas polvorientas por el mucho tiempo pasado en los sepulcros, y melenas y uñas de las que crecen sin cesar en el silencio de las nicheras. ¡Ah! y con maquillajes que se suponen imitadores de los colores desvaídos y de los rasgos fisonómicos deshechos de los cadáveres yacentes en los cementerios. Todo con intención de divertirse siguiendo consignas de los hechiceros. Pero, en el fondo, lo que hacen es imitar de alguna manera otra cultura que tampoco olvida la muerte en sus convicciones. Aunque eso sí, tratándola con sentimientos en los que una mezcla de pavor y de burla hace de fantasía que les sirve como de antídoto para no posicionarse ante un misterio que nadie se explica hasta que lo experimenta en sí mismo. Y llegados a ese punto, el misterio será el de la vida presente, que nos conduce al “más allá” inexorablemente.



LA INCERTIDUMBRE, ESTIGMA HUMANO… Lara de Tucci

Lara de Tucci | El ser humano, desde luego, siempre ha tenido su existencia mediatizada, cuando no sacudida, por la incertidumbre. No hay momentos, horas o días en los que las personas no intuyamos sobre nuestras cabezas el interrogante de lo que nos pueda suceder o sobrevenir a corto, medio o largo plazo y acerca de lo que tengamos el propósito de abordar, e, igualmente, en lo referente a lo que las diversas situaciones -de familia, laborales, sociales, políticas, etc.- nos puedan acarrear. Y si esto es así desde siempre, no podemos ahora substraernos de temas actuales que parece que multiplican los efectos de perplejidad e inquietud; pues nos transmiten el convencimiento de que nada seguro podemos esperar de ellos, ni siquiera de los que nos manifiestan algo de seguridad.

En este sentido y para no dormir tranquilos, tenemos hoy en día una serie de situaciones que ni individual ni colectivamente hablando nos traen una pizca de tranquilidad; esa grata tranquilidad que nos proporciona el placer de sentirnos a gusto con nosotros mismos o formando conjunto social con el colectivo humano al que pertenecemos.

Fijémonos, por ejemplo, por ser un tema candente que afecta a España y al mundo entero, en los análisis económicos-financieros que nos muestran los diferentes medios de comunicación; que, por otra parte, siempre cargan las tintas cuando se refieren a aspectos negativos. Unos análisis que nos acogotan aun antes de que nos interroguemos acerca de los mismos. Pues las predicciones que nos lanzan como aluviones o cataratas de agoreras connotaciones que casi se pueden considerar maldiciones, bien pueden llevar el nombre de “historias para no dormir” o de historias para tener una vida plena de sobresaltos en terrenos donde no nos decidimos penetrar por si las trampas nos atenazan aún más; resaltando así, con mayor fuerza, los personales pensamientos de incertidumbre antes aludidos.

Hay observadores que se aventuran a predecir que los interrogantes acerca de la economía y las finanzas, que son terrenos en la actualidad pedregosos tanto para los mayores capitales como para el ciudadano que lleva años en el paro, han de ser sopesados y escudriñados a la luz de políticos proyectos globales para poder tener algo de orientación sobre los mismos. Y los analistas conceden cierto éxito a tales proyectos en el porvenir. Pero quienes nos gobiernan, ya estamos hartos de comprobarlo, habilitan medidas que producen la sensación de que van a ser solventes para salir del atolladero; claro que, a los pocos días de hacerse públicas resultan ser nada provechosas para los intereses económicos y sociales de nadie.

Otros entendidos en la materia, sin embargo, sostienen que la incertidumbre por la crisis y la misma crisis que padecemos son consecuencia del agotamiento del modelo de desarrollo social en el que todos habíamos puesto la esperanza de que nos aseguraría un bienestar para secula seculórum. Y si ese agotamiento señalado fuera en verdad la directa causa del hundimiento económico que viven las sociedades, sobre todo en Occidente (en el Tercer Mundo, sus efectos negativos son constantes desde siempre), entonces los interrogantes añadidos que tendríamos multiplicarían las incertidumbres inherentes a nuestra condición humana.

Teniendo claro que el modelo de desarrollo que nos ha ilusionado antes nos ha fallado, la búsqueda de otro ha de ser, forzosamente, complicada; de una complicación imprevisible, por cuanto los resultados que pudiéramos obtener del mismo no dejarían de ser una caja de sorpresas para las generaciones del presente y del futuro. Pues las gentes de nuestra época como las que nos sucedan, atentas a los cambios de cualquier naturaleza que se vayan produciendo, no se plantearían alcanzar ninguna seguridad estable de ningún modelo social, al haber comprobado el fracaso estrepitoso del actual: el modelo que nos ha hecho olvidar que la incertidumbre es propia de la naturaleza humana.



DERECHOS HUMANOS SIN DEBERES… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Un sacerdote amigo mío, salesiano por más señas, repite siempre que el discurso tan actual con la frase “derechos humanos”, como único tema repetitivo de casi todos los mensajes, encierra una manipulación. Efectivamente, muchas veces se trata de una manipulación. Pero también, es un discurso monocorde e incompleto porque no profundiza, para corregirlos, en el meollo de los problemas que nos afectan a los humanos; pues sólo lanza fórmulas inacabadas que no serán, a la postre, remedios para arreglar los desaguisados del mundo y, por ende, de nuestra sociedad española. Precisamente, siendo los derechos humanos uno de los principales objetivos que los pueblos pretenden alcanzar; los políticos, y cuanto más progresistas más claro lo tienen, han aprendido bien y han asumido que la señalada frase, administrándola con demagogia en cualquier campaña, será luego una catarata de votos para las siglas que representan.

Claro que el fenómeno, en lo tocante a la política, viene sustentándose y alargándose porque los votantes no reflexionan quizá en el hecho de que el referido discurso es, además, asimétrico y que, para que funcione su fórmula, le falta el importante complemento de proponer que ha de ser compatible con el cumplimiento de los deberes humanos. Pues, ¿qué derechos humanos quedarían insatisfechos si todos cumpliéramos, en la medida de nuestras posibilidades y desde el puesto que cada uno ocupa en la sociedad, con nuestros particularísimos deberes?

La dificultad para abordar esta reflexión se hace mayor cuando son los mismos medios de comunicación, incluidos los articulistas, los que, captando principalmente de los políticos la mágica formula inconclusa de los “derechos humanos”, la adoptan como propia y la lanzan continuamente a los cuatro vientos, urbi et orbe, con el fin de estar al día en lo referente a los slogans que más lectores y oyentes captan. Incluso muchos curas -así lo manifestó Benedicto XVI en el viaje que hizo a Polonia- obvian y falsifican, con intención de no herir susceptibilidades, el mensaje evangélico; mensaje que, precisamente, recalca el compromiso y la práctica de los deberes como actos indispensables para que las gentes gocen de los derechos que les son inalienables.

Pero una de las mayores equivocaciones de este moderno discurso está en el hecho de que es lo primero que se transmite a los pequeños ya desde la escuela de niños. Nadie está en desacuerdo con el hecho de que las criaturas tienen que desarrollarse en todos los sentidos con sus infantiles derechos observados y respetados por los mayores. La equivocación está en que, cuando van creciendo y ellos, con el crecimiento, una vez en la adolescencia, toman los caprichos, sean éstos perniciosos o no, como sinónimos de derechos adquiridos que no les obligan a conceder nada a cambio; porque, en la práctica, ni en la escuela ni el hogar se les han inculcado los valores personales que para los seres humanos suponen la asunción y el cumplimiento de los deberes que les correspondan.

-Porque le apetece y está en su derecho-. Fue la contestación que un menor le dio con desparpajo e insolencia a un transeúnte que, al sorprender al amigote de aquél rompiendo el cristal de una marquesina en plena calle y a la luz del día, le había pedido explicaciones por la acción vandálica. El pacífico transeúnte no supo qué contestar. Quedóse sin capacidad de reacción ante aquel “está en su derecho” voceado por boca de alguien sin noción de la disciplina. Ya que el grado de disciplina de cada uno es proporcional y subsiguiente al cumplimento de los deberes que se le hayan enseñado. Pero si no existe la noción de los deberes, raramente puede darse la observancia de una disciplina que sea garante de los derechos humanos de los demás. En el caso de la referida destrozada marquesina, al derecho que tienen los ciudadanos a que aquel mueble urbano estuviera en perfectas condiciones, cumpliendo con el cometido para el que había sido instalado.

La cosa, desde luego, es mucho más grave cuando la dejación de los deberes es por parte de los responsables de cualesquiera de las funciones que velan por el mantenimiento del orden y la armonía en las sociedades. Pues entonces, los derechos humanos de todos, y en mayor medida los de los más débiles y sin recursos, se malogran sin remedio aun cuando les correspondan plenamente. Que ahí están los principales obstáculos que paralizan el perfeccionamiento del mundo. Un mundo con abismales diferencias sociales; con el preocupante deterioro del medio ambiente y de los ecosistemas; con la casi universal insolidaridad -también en nuestra España del Estado de Derecho- de unos pueblos para con otros y de unas regiones para con otras; un mundo, en fin, con unas generaciones desconectadas de las otras -también en España- e, incluso, con familiares sin entenderse con los de su parentela.



REFENCIAS DE SEQUÍA… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Mi poema SEQUÍA está inspirado no en la situación atmosférica que su propio nombre indica, aunque los efectos de la misma se sientan palpables en sus estrofas; sino más bien en la “sequía” que la falta de una recta conciencia produce en las relaciones humanas individual y colectivamente hablando. Una sequía quizá más tremenda que la de la falta de lluvias benefactoras, como ésta que ahora padecemos de nuevo en nuestro país. Estos son los versos de dicho poema metafórico.

SEQUÍA

Sin el agua del cielo, el cielo tantas veces en lluvia
generoso; sin los chaparrones regalo de las nubes,
las nubes de los ábregos vientos que entonces venían;
la corteza terrestre, antes fértil como madre prolífica,
se repliega en arrugas de dureza
bajo dunas ardientes de elevados
y amplios espacios donde el polvo,
verdugo de orgánicas
materias, todo lo malogra.
Sequía por doquier. Fantasma apocalíptico
que infunde en los hombres lógico desaliento.

Los desiertos, milenarios espacios,
siempre con sus límites propios controlados,
se ensanchan una vez deshechas, rotas y quebradas
las leyes de equilibrio portentoso que,
en universal desarrollo de grandeza, sembraran de maleza
nutriente los enteros continentes desde épocas remotas;
desde los tiempos que marcaron el inicio de la vida.
Sequía por doquier. Fantasma apocalíptico
que infunde en los hombres lógico desaliento.

Y es la vida la que ahora languidece
en el Planeta, apagándose cual llama de fuego
sin oxígeno. Pues en el mundo animal,
desde el principio hervidero de familias y castas
con sus seres numerosos, continuas e irreversibles menguas
al fin de las especies ahora las conducen con la sed como vínculo
de las desapariciones; sed cuyo efecto mortífero se amplía
y persigue a todo viviente.
Sequía por doquier. Fantasma apocalíptico
que infunde en los hombres lógico desaliento.

En caos indescriptible, la sequía pertinaz
ya se concreta, y, con gritos de asombro y miedo, los hombres
se transmiten mutuamente el desaliento
relatando los pavores que tales estragos
y la propia incertidumbre en que viven les producen.
Sequía por doquier. Fantasma apocalíptico
que infunde en los hombres lógico desaliento.

ESTRAMBOTE

Arden los bosques, pasto
de las llamas, que un nuevo orden (?) -puerta
de desastres- pirómanos conciertan.



EFEMÉRIDES DE SAN BARTOLOMÉ… Lara de Tucci

Lara de Tucci | En la fecha en que Martos más se engalana para ofrecer a propios y extraños una especial atracción con manifestaciones lúdicas de variada naturaleza que se desarrollan para todos los gustos y tendencias antes y después del día de San Bartolomé; creo que es oportuno, aunque sea una sola vez en la vida, si es que la alegría y los excesos de la Feria nos lo permiten, recordar ciertas efemérides de esta jornada y repasar hechos y acontecimientos, ya registrados en los anales de la Historia, que sucedieron un 24 de agosto en diversas partes del mundo. El trabajo ya lo publiqué en el Diario JAÉN hace quince años o así, para el suplemento de la Feria, pero el periódico no trató muy bien el texto.

Es de lamentar que en las efemérides del día de San Bartolomé, como en casi todas las del año, sobresalgan de una manera muy especial los acontecimientos bélicos y de otros aspectos negativos que oscurecen el devenir de la entera humanidad. Claro que quizá sea porque en la Historia, al igual que pasa con las noticias que a diario nos acercan los medios de comunicación, se destaca con preferencia lo que tiene proporciones tremendistas. Pero vayamos con las efemérides del día indicado y hagámoslo con las más significativas y señaladas, siguiendo en las fechas, de mayor a menor, un recorrido opuesto al que éstas fueron apareciendo en el calendario.

1991. Mijail Gorbachov dimite como secretario general del PCUS, y Ucrania proclama su independencia de la URSS; conjunto de Repúblicas que comenzó a desmoronarse cuando el propio Gorbachov, último de sus presidentes, inició la democratización del vasto territorio aplicando los postulados y las ideas vertidas en su célebre libro «La Perestroika» -voz rusa que significa reestructuración-. Pero cuya puesta en práctica no pudo controlar convenientemente; yéndosele de las manos, no obstante sus habilidades políticas y su pragmatismo, la reforma que emprendió y que terminó, tras un fallido golpe de estado, con una serie de acontecimientos que le mostrarían al mundo Occidental toda una serie de deficiencias que el sistema comunista había venido generando en perjuicio de las poblaciones donde imperaba; con una filosofía política inadecuada para lo que requerían los tiempos. Atrás había quedado el primer cuarto del siglo XX, cuando los bolcheviques, con su revolución, se convirtieron en la esperanza de todos los trabajadores del mundo, hasta el punto de que el mismo Pablo Iglesias se retrataba -ahí están las hemerotecas para confirmar esto-, en las manifestaciones obreras de Madrid, delante de una pancarta que rezaba «Viva Rusia». Y esperanza que le inspiraría, al estupendo poeta Miguel Hernández, versos así: «Con las inevitables vacas de oro yacente / que ordeñan los mineros de los montes Urales /, Rusia edifica un mundo feliz y transparente / para los hombres llenos de impulsos fraternales».

1941. Fuerzas anglosoviéticas, en plena Segunda Guerra Mundial, ocupan pacíficamente Irán, vasto país de 1.648.196 Km. cuadrados y antiguo y poderoso imperio de Oriente Medio que se llamó Persia hasta 1935. La citada ocupación se produjo, y así lo justificaron los invasores, debido a la política progermana del sha Miza Reza Pahlevi; que fue deportado a Sudáfrica, donde moriría en 1944, viéndose obligado a abdicar en su hijo Mohamed Reza Pahlevi. El cual sería también derrocado, pero por una revolución iniciada en 1978 tras una serie de manifestaciones y huelgas alentadas desde París por el ayatolá Jomeini. Las represalias sangrientas tras la caída del Sha Mohamed no se hicieron esperar, y el mismo emperador se vio obligado a un itinerante calvario que empezó en 1979 por diferentes países del mundo (las políticas diplomáticas no aconsejaban prestarle acogida en ningún país, incluida España, de los que este Sha había tenido por amigos) hasta que murió en el Cairo en 1980. Ni siquiera Francia, nación demócrata e imparcial por antonomasia y donde el mismo Jomeini gozó de inmunidad para especular políticamente a su gusto hasta alcanzar el poder en Irán, quiso en su suelo a este sha Mohamed Reza, vencido y moribundo.

1929. Gravísimos enfrentamientos armados en Jerusalén entre judíos y mahometanos -no parece que el tiempo haya pasado en esto, ¿verdad?- con el tremendo balance de más de 500 muertos. El fanatismo religioso de estas confesiones no reparó en compromisos de mutuo entendimiento que fueran garantes de la paz que necesitaban.

1924. España cuenta en esta fecha del 24 de agosto con la cifra exacta de 91.737 aparatos telefónicos. El recuento se hizo porque, en tal día, comenzó a prestar sus servicios la Compañía Telefónica Nacional; empresa estatal que alargaría su monopolio tres cuartos de siglo, hasta que, en la democracia, el primer Gobierno del PP, presidido por Aznar, la privatizó.

1913. Curiosa Real Orden firmada por Alfonso XIII, en la que se dispone que, en la industria textil, la semana laboral no puede exceder de sesenta horas. ¿Con cuántas horas más -es un comentario mío- se alargaría después, incluso hasta años que aún podemos recodar, el cometido semanal de los trabajadores del campo, pongo por ejemplo? Esa jornada laboral que la expresión popular nuestra conocía como «de sol a sol». ¡Ah!… y comprendiendo los siete días de la semana.

1572. Tras la crisis de la Reforma, los países europeos estaban dominados por dos movimientos bastante hostiles entre sí: España e Italia, por ejemplo, permanecían fieles a su secular tradición católica y persiguieron a los protestantes. Inglaterra y Suecia se convirtieron al protestantismo y combatieron, a su vez, a los católicos. Y en Francia y Alemania, muy igualadas sus fuerzas en las dos directrices que tomaba la cristiandad, ni católicos ni protestantes pudieron imponerse al bando opuesto. Pero, no obstante esta igualdad, la nación gala se sintió sacudida en varias ocasiones y vio su suelo ensangrentado a consecuencia de ocho guerras provocadas por lo que hoy llamaríamos fanatismo religioso; ya que nos resulta, desde la perspectiva de nuestro tiempo, absolutamente incomprensible el hecho de que creyentes que se confiesan seguidores de un mismo Señor -Señor de amor y de humildad- se combatieran mutuamente con ferocidad. Además, a este fanatismo francés se habían unido los altos intereses de Estado. Y, por añadidura, la doctrina calvinista, más intolerante y antipapista que la luterana (según la cual, Dios determina totalmente nuestro destino eterno, sin que el hombre, abandonado a su suerte, pueda modificar con su libertad la voluntad divina) se había constituido como partido político en el vecino país, conociéndose sus seguidores como hugonotes y contando entre ellos con bastantes miembros de la nobleza e incluso con algunos de la realeza. Todo lo cual propició que Catalina de Médicis, sintiéndose amenazada y temerosa de un complot, consiguiera de su hijo el rey Carlos IX una orden de extermino de los hugonotes. Lo que se lleva a cabo en la noche del 24 de agosto -conocida en la Historia como la «Noche de San Bartolomé»-; realizando los represores miles de asesinatos en París, sin que se salvara de la muerte el más alto representante de los hugonotes, el almirante Gaspar de Coligny. Extendiéndose en fechas posteriores la masacre a otras importantes ciudades francesas.

1535. De Sanlúcar de Barrameda, la bella ciudad gaditana donde acaba su existencia el Guadalquivir, que diría el poeta Jorge Manrique, parte una expedición rumbo al Nuevo Mundo con catorce naves de diferente arboladura y 2.150 hombres al mando del accitano o guadijeño (de Guadix) Pedro de Mendoza. Escuadra que conquistaría buena parte de la actual Argentina. El mismo Mendoza, que luchó allí contra los charrúas y tehuelches, fundaría la ciudad de Buenos Aires en 1536.



RECORTES PARA EL DESÁNIMO… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Ya iremos comprobando sin con los severos y drásticos ajustes, casi todos impuestos por la UE, nos situamos de nuevo en la estabilidad perdida, en la esfera del bienestar de los pasados años. ¡Ojalá que sí! ¡Ojalá que con tanta inestabilidad como estamos sufriendo en estos tiempos de crisis, con el telón de fondo de los recortes presupuestarios infundiéndonos desánimos, el logro de cierta bonanza económica sea la recompensa que todos los españoles deseamos, y muy especialmente los que sufren, por años ya, la humillante lacra del paro!

Todos los analistas de esta situación económica que nos abruma están absolutamente convencidos de que los muchos ajustes y recortes puestos en práctica por el Gobierno de Rajoy son tan necesarios como el aire que respiramos para que nuestra nación recobre el crecimiento y para que la UE, con Alemania -siempre Alemania liderándolo todo menos el fútbol- al frente, nos tome en serio y cumpla con los compromisos adquiridos en la última cumbre de Bruselas. Cumbre en la que se acordó una ayuda directa a la banca y una búsqueda de colaboración mucho más amplia con España; cuyo Gobierno, recordó Rajoy en dicha cumbre, está comprometido con el duro deber que marcan las adversas circunstancias que padecemos; sobre todo, las clases más desfavorecidas de la sociedad.

Con los temidos recortes y con las reformas todavía por abordar -da miedo pensarlo-, los españoles, a la vez que nos preguntamos si servirán en realidad para levantar España de la postración económica, nos planteamos también cuestiones que nos hacen reflexionar acerca de los verdaderos motivos que nos ha provocado esta crisis de dramáticos tintes; impensable para nosotros cuando los socialistas ganaron aquellas elecciones generales de 2004, y que ni los más agoreros preveían en el horizonte de nuestra sociedad de consumo.

Antes he referido que los más capacitados analistas apoyan en la actualidad las intervenciones gubernamentales en los reajustes económicos, con la reducción del gasto público como razón principal de tales intervenciones. Pero pocos de esos analistas -si es que hubo alguno- utilizaron la pluma o alzaron la voz cuando los desmanes institucionales de ámbito nacional, comunitario o municipal tiraban la casa por la ventana en unos ejercicios presupuestarios carentes de sentido común. Ejercicios tan descabellados que ahora le sirven a Rajoy para justificar esos tremendos recortes que a todos nos ponen los pelos de punta y que nos hacen pensar, no obstante ser algo optimistas, que quizá no volvamos a vivir con las alegrías económicas que años atrás experimentamos.

¿Dónde estaban esos sesudos analistas cuando, por ejemplo, los entes autonómicos en general iban inaugurando sus propias televisiones -¡seis canales tiene abiertos Cataluña!- en beneficio principalmente de la imagen que los políticos de turno quisieran dar de sí mismos? No decían ni pío por ello, y eso que en los últimos diez años han sido astronómicos los gastos por ese concepto de los medios de comunicación. Y más si tenemos en cuenta la duplicidad de noticias que se ofrecen diariamente través de dichos canales y a través de los estatales y privados. ¿Dónde estaban los analistas, porque el tema es susceptible, cuanto menos, de denuncia por la enorme carga presupuestaria que eso supone para el contribuyente?

Pero también las deudas que las autonomías han estado contrayendo -el principal motivo hoy del déficit de España- por otros cuantiosos gastos tenían que haber recibido puntuales avisos por parte de quienes ahora consideran a pie juntillas los recortes gubernamentales como la única tabla de salvación que nos puede asegurar salir de los impetuosos mares de la recesión.

Y para tener una idea más fidedigna del tremendo problema que tienen las autonomías en este sentido, nada mejor que considerar los pagos con los que se tienen que enfrentar. Casi 16.000 millones de euros es el importe que entre todas han de devolver de unas tesorerías, las suyas, que se encuentran sin recursos y que, por lo mismo, son cantidades que han de financiar los sufridos ciudadanos, entre otras cosas, con el copago de las medicinas; el aumento del IVA, y los recortes en áreas como la sanidad y la educación, de tan enorme calado social.

Sufridos ciudadanos, sí; pero que tampoco caíamos en la cuenta -nos ha pasado como a los analistas de pacotilla- de que el estado del bienestar que disfrutábamos era una exageración alimentada por políticos que nos “compraban” los votos con unos presupuestos exorbitantes que requerían además de los impuestos que venimos pagando, cuantiosos créditos bancarios que había que pagar con intereses que esquilman todavía hoy las arcas públicas. Y en esto los políticos catalanes lideran un ranking que los que están conformes con sus “embajadas” en el extranjero quizá no han valorado muy convenientemente: son 3.127 millones de euros los que Cataluña tiene que devolver en bonos a los inversores en los próximos seis meses. Pero eso sí, de los canales televisivos no están dispuestos a distraer ni un céntimo; porque constituyen una herramienta esencial para la unidad de la Cataluña independiente que algunos persiguen de espaldas a una parte de la población, esa que está en la inopia.



A ORILLAS DEL RÓDANO… Lara de Tucci

Lara de Tucci | Provenza -la romana Provincia- se extiende a lo largo de la costa mediterránea de Francia, desde la frontera italiana a la región del Montpellier. En el país galo se dice de la Provenza que la región tiene su mayor encanto en el baño de luz brillante que el sol le aporta la mayoría de los días del año. Por otra parte, su clima tiene una temperatura media anual de unos 15º C, con cálidos veranos, nada sofocantes, e inviernos más bien templados; característicos del Mediterráneo. A partir del mes de junio apenas reciben lluvias aquellas tierras. Pero soportan el desagradable Mistral; un viento frío, seco y fuerte del norte que azota el territorio en primavera y otoño, siempre en espacios de tiempo que van de tres a nueve días, provocando fuertes caídas de la temperatura ambiente.

La Provenza surgió para la historia cuando los colonos griegos fundaron Marsella -para ellos, Masselia-. Después, hacia 122 antes de Cristo, fueron los romanos quienes se apoderaron de la región gala al ser llamados por los griegos cuando éstos se vieron amenazados por los celtas. Con el devenir de los siglos, allá por el año 1125, la Provenza llegó a pertenecer incluso a los Condes de Barcelona -hoy uno de los títulos nobiliarios inherentes al Rey de España-.

En los primeros siglos de nuestra era aquella región prosperó considerablemente no sólo en el plano económico, sino también en el cultural y en el social. Convirtiéndose sus ciudades de Arlés y Nimes en importantes centros culturales romanos. Y como todos los lugares que fueron dominados por diferentes pueblos en la antigüedad, la Provenza cuenta con historias y leyendas, así como con tradiciones y hechos que enriquecen el patrimonio cultural de sus gentes; relatos todos que se vienen transmitiendo por generaciones a través de los tiempos y que se difunden sin que pierdan interés al estar recogidos en los libros y en otras publicaciones.

Una de esas leyendas -¿o quizá es historia realmente?- autóctonas de la Provenza viene protagonizada por Santa Marta; nuestra Patrona, cuya fiesta vamos a celebrar dentro de unos días. De Santa Marta se hace mención expresa en uno de los santorales de más prestigio de los que se han editado en el país vecino. Cuya última edición -la crisis de fe en toda Europa ha impedido que haya otra- se remonta a 1963. En dicha obra se cuenta que Marta y sus hermanos Lázaro y María fueron expulsados de tierras palestinas por los judíos a raíz de la muerte de nuestro Salvador y dejados a su suerte en el mar a merced de las olas en una frágil y pequeña embarcación sin velas ni remos.

Aunque el citado santoral francés no dice si la embarcación hizo alguna escala en otro punto del litoral del Mare Nostrum -que sería lo más lógico-, sí refiere, no obstante, que la misma llegó milagrosamente a Marsella con los tres hermanos amigos de Jesús abordo y en precarias condiciones por lo complicado del largo viaje. Y se cuenta en el libro que una vez en Provenza, Marta se dedicó a evangelizar por las riberas del Ródano; las riberas cercanas a la desembocadura del mencionado río y próximas, por lo mismo, a la citada ciudad bañada por el Mediterráneo.

Puede ser que existan otras versiones acerca de la vida terrenal que tuvo nuestra Santa Patrona tras salir de Israel; versiones que puedan ser más comprensibles para los fieles devotos de la misma, entre los cuales nos encontramos los marteños. Pero ésta historia que la sitúa a orillas del Ródano tiene su encanto existencial y sus rasgos de fidelidad al mandato de Jesús. Los cuales nos hacen pensar que aquella mujer de Betania, que le había pedido al Mesías que le mandara a su hermana echarle a ella una mano en el servicio doméstico y abandonara la actitud contemplativa, tomó partido después por la propagación de la Buena Nueva del Evangelio allí donde le tocó vivir tras su exilio obligado.

El Ródano nace en Suiza, como se sabe, cruza el lago Ginebra y ya en tierras francesas bordea el Macizo Central de los Alpes, finalizando su curso en el Mediterráneo. Tramo último de su cauce que, de ser cierto lo que se refiere en el santoral francés, en el siglo primero de nuestra era, hizo ecos con sus aguas, sirviéndole éstas, con sintonía apropiada, como tema de fondo a una predicación femenina que a los marteños nos tiene que interpelar bastante. Por cuanto la mujer que evangelizaba allí lleva ochocientos años como guía nuestra en el camino de la Fe católica. Prefigurando el triunfo del bien sobre el mal con el vencimiento del monstruo que su imagen tiene bajo los pies. Una tarasca o serpiente, que es el nombre que los franceses de la Provenza le dan a dicho monstruo; del cual les liberó portentosamente nuestra Patrona. Que murió en un lugar de allí llamado Tarascón, hoy una ciudad de unos 10.000 habitantes, donde se halla una de las iglesias más importantes de la región; la cual lleva el nombre de la Santa y guarda sus restos todavía en el presente.

Foto de La Patrona de Martos cortesía de la web de la Real Cofradía de Santa Marta.



ESPÍRITU DE POETAS…Lara de Tucci

Lara de Tucci | Aunque las nuevas tecnologías vienen restando a las generaciones de esta época aficiones poéticas, son todavía algunas las personas que tienen inclinaciones por el verso y por los mensajes que transmite el verso. Y, por lo mismo, se siguen publicando poemas en pequeños libros, revistas especializadas y en otros medios que tienen la generosidad, la delicadeza y el buen gusto, en estos tiempos de crisis de valores y crisis económica, de presentar algunas de sus páginas como ventanas abiertas para que la creatividad en forma de estrofas escape con sus reflexiones en busca de sentimientos afines, tratando a la vez de dar con aquellos a los que hay que formar ofreciéndoles decoro de intenciones.

Hay que comentar, sin embargo, que aunque éstos son los menos, no todos los trabajos que se publican por ahí producen la sensación de que han sido escritos por verdaderos vates; por autores que sienten la poesía como vehículo ideal para el progreso de la belleza entre los lectores. Pues independientemente de que la elaboración de las estrofas sea en forma de verso libre o se atenga estrictamente a las académicas reglas gramaticales, nos encontramos con composiciones que no están concebidas ni construidas con estilos que pudiéramos llamar de humana calidad; de ese fondo de nobleza que ha de reflejar toda obra poética.

No obstante, hay que felicitarse por el hecho de que estas composiciones son pocas si las comparamos con las que siguen el correcto talante, las que están en línea con los clásicos y también con las distintas generaciones de autores y movimientos que se han distinguido en la poesía y permanecen vigentes con sus enseñanzas en el universal panorama literario.

Son los poemas que cantan (con gritos salidos de lo más hondo del espíritu y con más o menos intensidad del sentimiento) la vida y la muerte; el amor y la ausencia de querer; la esperanza y la desesperación; episodios heroicos y actos de humildad; la alegría, el orden, la belleza y lo intrascendente del mundo; lo que está en nuestra existencia para recreo y sufrimiento de todos. E, igualmente, lo trascendente: lo que muy pocas veces, o tal vez nunca, tiene explicación para el entendimiento humano; pero que también provoca gozos -a veces sublimes- y satisfacciones, amarguras y penalidades desconcertantes.

Y pueden ser de la misma manera, cantos fantásticos de poetas impresionados o perturbados por el entorno y por lo que sus imaginaciones configuran a partir de ese mismo entorno. Lo cual expresan ellos con idealización de todo o sublimándolo todo, según la predisposición que abriguen de los elementos tratados, con acentos refinados y con tonos de adecuada musicalidad para gozo de mentalidades que gustan de la pureza de costumbres con matices de adecuada reverencia por la sublimidad.

Pero toda esa exaltación de valores y contravalores, de elementos palpables; de elementos palpables, sí, pero igualmente de situaciones imaginadas -¡oh rarezas de estos tiempos!- es vertida por los poetas en un mundo que mira mucho, pero es poco lo que ve. Mundo en el cual la contemplación está desfasada y el recogimiento que la propicia se considera obsoleto.

Por eso, los referidos cantos, dimanantes de la locura de los poetas, son hoy eso: coplas de locos -como ya dijo Giovanni Papini-, cánticos de alienados que, en su afán de componer lo descompuesto, declaman sus inquietudes -que, por otra parte, son las inquietudes de la humanidad entera- con susurros apacibles en medio de ciertos núcleos de la sociedad sumidos en vivencias efímeras y en posicionamientos confusos -como confusos son después los resultados que cosechan-; posicionamientos alimentados por reclamos que no están en la inmensa mayoría de los versos. Esos versos que son freno de despropósitos y luces que se encienden en la neblina producida por lo que no está tocado con la varita mágica -mágica desde siempre y por siempre- de la prudencia y la sensatez.